“Tú, que sabes disimular y excusar muy bien tus faltas y no quieres oír las disculpas de los otros, más justo sería que te acusases a ti y excusases a tu prójimo”. Tomás de Kempis.
Heme aquí con el dedo acusador para echarle la culpa al Real Madrid. Heme aquí también, para exculpar a aquellos a los cuales no les importa, porque apenas tienen tiempo para escribir excusas de por qué el equipo de Zidane es, cumpliendo con las predicciones de nuestros octogenarios, otra vez campeón de Europa.
Leía al compañero @jorgebustos1 ponerle la rúbrica final a un artículo con la siguiente frase: “Nada es común en el Madrid salvo lo extraordinario”. Es una realidad que golpea con tanta brutalidad el mentón, que cualquier intento por levantarse se queda en tambaleo ridículo. Tenemos los ojos irritados de frotarnos con ambas manos ante un imperial Sergio Ramos alzando la Orejona al cielo de Milán, al no poder entender de lo que es capaz este equipo tras una temporada que podría haber sido objeto de best seller para Stephen King. Mientras a muchos se nos minaba el ánimo y la esperanza cuando aún no había llegado la primavera, el Madrid iba construyendo su caballo de Troya. Y ni los once Aquiles del Cholo fueron suficientes.
“Lo que he aportado al Real Madrid ha sido positivismo”, sentenciaba Zizou en la rueda de prensa tras la consecución de la corona europea. Con algunos desdeñando el romanticismo y relativizando aquello de que el fútbol es un estado de ánimo, los silencios de Zidane hablan por sí solos, mucho más que el griterío y los aspavientos de muchos en la banda. Imagínense lo que deben sentir los jugadores de La Roda al haberle empatado al entrenador que ha ganado la Undécima con el equipo de su vida. Zidane repartiendo amor a propios y extraños. Con un: “Y Hala Madrid, hombre”, finiquitaba el francés su discurso en el balcón de la Puerta del Sol y en el Bernabéu. Y nada más.
Quiero hacerle un homenaje al periodismo pseudointelectual y confirmar que Cristiano no hizo un buen partido. Ya que entienden que de los millones de personas que estuvimos viendo el encuentro el 90% padecemos deficiencia visual, quédense tranquilos, no fue un partido que vayamos a recordar por la actuación estelar del portugués. Pero sí por meter el penalti decisivo y quitarse la camiseta como otro día más en la oficina. Un privilegio que se ha ganado tras una temporada con altibajos, un hat-trick al Wolfsburgo que le dio al equipo el pase a semifinales, 35 goles en Liga y 17 en Champions. Mención especial para Casemiro, don Carlos Henrique Casemiro como concepto. Como al que yo hubiese elegido como el mejor jugador del partido. Como la consagración de una mediocentro de talla mundial. 22 balones recuperados y un mapa de calor que ni la Antorcha Humana.
Y el Madrid, ¿otra vez campeón de Europa? Pues sí. Y vendido a la suerte de una especie de halo de maldad que hace que le sigamos millones de insensatos por todo el mundo. Lucifer nos pone, que diría aquél. “¡Sufrimos!”, suspiró Marcelo, un guiño a la historia del Atlético de Madrid. “Pero ganamos, ¿eh?”, otro guiño a la del Real Madrid. Y sin excusas.
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