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lunes, 20 de abril de 2015

Madridismo es creer


De Álvaro Arbeloa tengo grabada a fuego dos frases que me impactaron sobremanera en su día y que pueden ser rescatadas en casi cualquier conversación madridista que se precie. La primera la dijo en zona mixta tras recibir los pitos de un Bernabéu deseoso de sangre en plena guerra civil. “Me han disparado tantas veces que las balas de ahora pasan por los agujeros de lasanteriores” decía el espartano mientras los indeseables buscaban, agazapados tras la gomaespuma de los micros, un titular morboso que provocase una ruptura aún más abrupta de un vestuario en horas bajas. No lo consiguieron, por supuesto. De él no.

La otra gran frase la dijo hará menos de un mes en una entrevista televisiva: “Madridismo es siempre creer” comentaba ante un plató de nuevo repleto de antimadridistas en busca de carroña. Ahí, Arbeloa se erigía de nuevo capitán en la sombra, profesor de una cátedra en horas bajas, de una asignatura llamada ‘teoría del madridismo’ de las que muchos se han nombrado doctor honoris causa pero de la que pocos, muy pocos, tienen verdadera sapiencia. Yes que si hay algo que puede definir al madridismo es precisamente eso: que nunca pierde la fe.

El Real Madrid es el único club del mundo capaz de ganar una Liga en el último minuto mientras, en la otra punta de España, el mayor enemigo de su eterno rival le ayuda a conseguirlo. La liga del ‘Tamudazo’ no fue más que una prueba más de la grandeza del club más enorme de cuantos se tiene constancia, la plasmación de que este equipo no pierde jamás la convicción, que nunca se rinde, que siempre cree que se puede alzar vencedor porque lo ha hecho en tantas ocasiones que no se termina de acostumbrar a quedar segundo. Pero hay más, mucho más.Porque mientras medio mundo se confabulaba contra nosotros y celebraba una Copa de Europa que parecía perdida, la cabeza salvadora de un central conseguía, por enésima vez, hacer campeón al club que más veces lo ha sido. En cualquier otro escenario, con cualquier otro conjunto de jugadores luciendo cualquier otro color, las lágrimas de desconsuelo habrían brotado con amargor de los ojos de sus gladiadores; pero con el Madrid eso no ocurre, porque cuando uno viste la elástica blanca, sea sobre el césped o animando desde la grada, sabe que todo es posible mientras el silbato del árbitro así lo considere. Siempre hay esperanza si se es del Real Madrid, siempre queda un hilo de luz, un salvavidas al que agarrarse o un segundo que arañar a un tiempo que lleva demasiado corriendo a nuestro favor.

“Madridismo es siempre creer”, incluso cuando el director croata de la orquesta se ausenta, incluso cuando la bala de Gales que tantos títulos ha ayudado a conseguir se lesiona, o incluso cuando el delantero con más calidad técnica de Europa parece renqueante… incluso entonces, nunca se pierde la confianza. Porque contra las adversidades hay unos colores que se engrandecen, porque cuando las dificultades se acrecientan la bandera blanca se hace tan irradiantemente pulcra que llega a cegar de ilusión. Cuando todo parece perdido, todavía nos queda, por suerte, la historia épica más grandiosa del fútbol mundial y que no es otra que la del Real Madrid. Una historia forjada a base de salvar escollos, de sobreponerse rápido de las desgracias, de hacer posible lo imposible y de saber que únicamente el Madrid es capaz de conseguir que la derrota se transforme en victoria con celeridad manifiesta y rectitud inquebrantable. Eso es ser madridista: saber que todo es posible mientras se luce ese escudo en el pecho.

jueves, 5 de marzo de 2015

En mi estadio NO


Supongamos que usted tiene trabajo un fin de semana y un amigo le pide las llaves del piso de la playa. Usted, a sabiendas que no lo va a utilizar, queda dubitativo en primera instancia y, cuanto menos, intentará exponer alguna excusa para pensar cinco minutos y a solas sobre si es buena idea o no. Probablemente, si el amigo es íntimo usted acabará cediendo, aunque no por ello dejará de avisar desde el rellano de su puerta y mientras él se marcha escaleras abajo con las llaves de su casa en la mano que, por favor, tenga mucho cuidado. Si tal y como decíamos, el amigo es de fiar, a buen seguro le dejará todo ordenado cuando termine su retiro y le devolverá las llaves en el periodo establecido, con un agradecimiento eterno, efusivo y profundo. Usted, cuando vuelva a ese apartamento, verá que la confianza depositada en él ha sido devuelta en forma de cuidadoso decoro y ningún destrozo material, se alegrará ver que su amigo ha demostrado con hechos que es digno de confianza y la historia terminará con un final feliz.

Supongamos ahora que un amigo íntimo viene a pedirle su piso en la playa para un compañero de trabajo que usted no conoce. Usted, sorprendido, seguramente se echará a reír en primera instancia pensando que está de coña. Cuando finalmente se dé cuenta de que no es así, le preguntará si se ha fumando alguna mierda rara y le recordará lo valioso que es ese piso para usted y que, por supuesto, si ya le costaría trabajo dejárselo a él, ni habiéndose bebido tres botellas de orujo se lo dejaría a un desconocido. Su amigo, avergonzado, seguramente le pediría perdón por la impertinencia y, tras unos días de estar molesto con él, usted accederá a perdonarlo sin dejar de salir, eso sí, del asombro que le produjo semejante ida de olla.

Pongámonos ahora en un tercer caso: Imagine que se encuentra por la calle con un chico que siempre que lo ve por la calle se mete con usted, que lo insulta y lo vilipendia sin motivo aparente. Un energúmeno al que tuvo que denunciar una vez por apedrearle el coche y que no sólo lo molesta a usted, si no que en reiteradas ocasiones se ha metido con su esposa y sus hijos. Imagine que ese tipo lo para por la calle y, de repente, le pide que le deje las llaves de su piso en la playa. Cuesta trabajo pensar cuán lejos no lo mandaría, pasando por diferentes tipos de excrementos de animal, después de que se atreviese a  rogarle semejante cosa con el historial semi delictivo y totalmente irrespetuoso que ha tenido con usted y con su familia. Por supuesto, se negaría y, casi con total seguridad, la cosa acabaría con la policía de por medio.

Por último, póngase en la tesitura de que no es uno, sino setenta mil individuos como el último los que le piden, ya no su casa de la playa, sino su vivienda habitual, para irse de juerga un sábado cualquiera. Imagine que esos setenta mil personajes tienen intención manifiesta de destrozarle el hogar de punta a punta, respetando únicamente el trozo que el 'segurata' de la comunidad de vecinos les prohíba. Imagine también que, además, pretenden corear, con cientos de cámaras de televisión grabando y retransmitiendo para el mundo entero, cánticos en contra suya, de su familia y de su país. Piense que utilizarán su casa para fines propagandísticos y que, aprovechando su hospitalidad, intentarán desprestigiarlo frente a todos sus vecinos, amigos, compañeros de trabajo o simplemente conocidos. Por último, véase usted llegando el lunes por la mañana y encontrando su salón, su cocina, sus baños y su comedor totalmente destrozados y, cuando tenga intención de reclamarles el pago de los daños, ya no sólo no conseguirá un céntimo de sus carteras sino que, probablemente, se encuentre con una risa burlona y algún "ahora te jodes" por detrás.

Ahora, con calma, piense si usted, querido amigo, dejaría el estadio Santiago Bernabéu para que se disputase en él una final de Copa del Rey (o de España) entre los dos equipos que más odian al Santiago Bernabéu, al Real Madrid, al rey y a España. Yo, desde luego, lo tengo claro: si quieren un campo donde demostrar su mala educación y su falta de respeto, que se busquen otro. En el mío, esa escoria no entra, en el mío esa gentuza no demuestra que lo es y, en definitiva, en mi estadio, esa panda de energúmenos no juega. Ojalá el presidente de mi club piense como yo.


viernes, 25 de julio de 2014

Un año sin ti (Blog de @Antoninomora losmomentosalpedo.com)


Parece mentira que haya pasado ya un año desde que te marchaste, desde que aquel terrible accidente se te llevó junto a setenta y ocho almas más a un cielo que, si existe, a buen seguro pocos lo merecían más que tú. Un año ya desde que en aquella terraza de verano me enteré de que te nos habías ido... cómo pasa el tiempo.

Es un hecho que jamás te conocí y que nunca interactué contigo más que por medio centenar de tuits en ese fabuloso medio que a tanta gente me ha unido. Aun así, sentí tu partida como si te conociese desde siempre, como si nos hubiéramos emborrachado cientos de noches o como si hubiésemos visto mil partidos juntos. Y la sigo sintiendo, por muy raro que siga pareciéndome.

Hoy es un día melancólico y triste para toda la familia tuitera y, por supuesto, para todos aquellos allegados a ti que ahora estarán recordándote con congoja y, seguro, también con un amago de sonrisa añorando esos grandes momentos que nos hiciste vivir a todos. A mí personalmente me encanta pensar que el hombre que nos dejó hace trescientos sesenta y cinco días sigue estando entre nosotros con cada retuit que alguien rebusca en ese maravilloso baúl de los recuerdos que era tu cuenta personal de Twitter. Te volvemos a traer aquí con cada frase célebre que marcaste para la posteridad comandada por ese 'Hala Madrid... hijos de puta' que ya se ha convertido en una seña de madridismo incondicional, de genialidad absoluta, de amor por unos colores y, por supuesto, de una admiración eterna hacia ese gran aficionado del Real Madrid que parece que se marchó pero nunca se termina de ir. Pocos pueden decir, desde el anonimato de las redes sociales, que se han hecho un icono del madridismo. Tú, querido Juanan, lo has conseguido con creces.

El año de la décima fue el de tu partida y todos sabemos con seguridad manifiesta que tú has sido uno de los principales causantes de la consecución de la misma. Estuviste presente en la camiseta de ese capitán sin brazalete en el césped de Mestalla y levantaste con sus brazos esa puñetera Copa de Europa que tantísimo se resistía. Fuiste uno de los privilegiados que vio el partido desde el cielo y el único que también saltó al césped a pasear con la orejona en el pecho de Arbeloa. Hasta en eso has sido grande.


Cuando se cumple un año de la tragedia, sigues más vivo que nunca en nuestros corazones. Te convertiste como tantos otros en una parte prioritaria de nuestra familia cibernética y, no te quepa duda, que lo sigues siendo. Tu recuerdo es el legado más importante que nos has dejado, nuestro deber es hacer que no te termines de marchar nunca, que sigas presente en unas vidas que, por lo menos en mi caso, tocaste apenas de refilón pero marcaste profundamente. Siempre te consideré un amigo y, por supuesto, siempre lo seguirás siendo allá donde estés.

Hoy quise recordar a Juan Antonio Palomino en el día que se cumple un año de su fallecimiento, pero gracias al cielo, vosotros os encargáis de que jamás se me olvide que, en una ocasión, tuve el inmenso honor de conocer de una grandísima persona, un enorme tuitero y un madridista de corazón que me hizo sentir que las redes sociales pueden unir tanto como una tarde de cervezas en un bar.

Te llevamos presente, amigo. Siempre contigo, eternamente a tu lado.

#LiveForever