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jueves, 14 de mayo de 2015

En la isla de Pascua


Cantaba la gente al inicio: ¡Iker, Iker...! en deferencia a su exabrupto en la visita del Valencia. Así se las ponían a Casillas, dice ahora el dicho y no a Felipe II. Una afición tan cristiana que no sólo pone la otra mejilla sino que corea al ofensor. Un derroche de afición como un derroche de equipo sobre el campo. Todo el talento desaforado, sacado como en un registro policial, rajados los colchones y cojines, vaciados los cajones, descolgados los cuadros mientras el rival se concentra, cruza las piernas, junta las manos y espera el error. Entre todo ese alboroto la Juventus se fija en una tabla suelta en el parqué que levanta el joven Morata. El caso está cerrado, quién lo hubiera dicho, y el canterano que no celebra la resolución como si la casa del delito fuera la de su madre.

Antes hubo una jugada de Benzema en el área de las que ya no se sabe cómo describir. Parecía que se iba a mandar la pelota a la otra pierna de un autopase por alto pero en cambio la dejó muerta y luego se la habilitó antes de mandarla a las nubes. Buffon estaba ahí. Buffon estuvo porque es ese ladrón sibarita de altos vuelos de los once de Ocean que estaba en todas partes y vivía en el Lago Como. Por Marcelo pasaba todo pero era llegar al área y desaparecer el balón como en una pantalla vieja de ordenador que se empieza a borrar por las esquinas. Aun así se expuso una muestra de todos los recursos de este Madrid hasta que empezó a agotarse la batería. Isco podría haber estado recortando bianconeris hasta el seis de junio pero sólo le dio para unos detalles. Kroos siempre mete la pierna como una caña hasta que dejan de picar: peces resabiados los italianos.

Bale casi introduce en la portería a Gigi justo antes del penalti a James que iba a significar una ventaja efímera para el Madrid. No venía el rival de Turín sino de Rapa Nui. Cris recortaba y en vez de tirar pasaba. Era el de una Piedad su rostro doliente tras la decisión: ya se le escapaba entre los brazos la vida de su hijo. Seguían los blancos. Benzema, Marcelo, Marcelo. El francés despejaba en su portería como no lo había hecho nunca: por la cabeza parecía Pepe. Había Lío en Río y Toni hacía de Michael Caine. Karim insistía con sus jugadas inverosímiles, inverosímil todo y la calima aletargando la pegada.

Continuó en la segunda parte la explosión de colores. El Bernabéu era el Pintoyó aquel del Parque de Atracciones. Un lienzo anárquico y lleno de finura hasta que se la encontró Morata que le hace a Íker, Íker, un saque directo de ping pong. "El horror, el horror...", le susurraba a uno Kurtz al oído. Y después siguió lanzando cuchillos el Madrid, más bien flechitas de aquellas de los aborígenes del río Congo en forma de taconazos, pucheros e incluso ya alguna lágrima, y Gareth que enviaba el balón fuera por todos y cada uno de los espacios del perímetro de la portería de los turineses. Para rematar, Buffon le desviaba a James un tirazo con un artilugio desconocido de ladrón moderno, por segunda vez. La primera fue allí, en la isla de Pascua.

Casillas paraba y hacía parecer esta película una distopía (hasta que tuvo lugar su saque de banda) mientras Chicharito, ya en el terreno de juego por Benzema, comenzaba a rodar. El mexicano era uno de esos tumbleweeds que recorren las calles polvorientas de los pueblos del Oeste llevados por el viento. Un pueblo que espera la llegada de un Jinete Pálido o algo parecido. El Madrid hacía bailar a la Juve a base de apretar el gatillo, pero la vieja señora no se cansaba y seguía levantando los pies justo cuando ya no faltaba nada. Tan sólo Modric asomándose al campo y algunos acercamientos infantiles del Chícharo, como el último y quizá también el primer remate de Kroos, que parecía querer narrar al personal pasajes sueltos de Como Agua para Chocolate. Aquello era la jaula de grillos en la que el senador conservador sale disfrazado de mujer del local gay de sus consuegros mientras suena el We Are Family de las Sister Sledge. Entre todo ese barullo se escondían los juventinos a los que nadie, ni siquiera ahora que ya están en la final, había visto.

domingo, 10 de mayo de 2015

Bajo la atenta mirada de los tártaros


Un tiro de Alcácer lo detenía Casillas en una estirada que parecía darse en gravedad cero. Hasta en el aire el cuerpo de este portero se ralentiza. El Madrid jugaba a lo suyo, que no se sabe muy bien a lo que es, quizá un popurrí de posesión y contraataque: una banda de mariachis ensayando bajo un balcón todo su repertorio. Si no está Modric la entrada la da cualquiera y James es de los que asumen la responsabilidad: un niño prodigio, un adelantado. Al colombiano le encantan las bombitas con las que es capaz de causar masacres. Una de ellas precedió a un juego de internadas maravilloso entre Isco y Bale que no produjo nada porque la tarde tenía el designio de una cosecha sin lluvia y de un navegar sin viento.

Cristiano era placado sin contemplaciones, todo sea dicho, por no hablar de un James cosido a puntapiés. A Gareth lo que querían los valencianistas era troncharle una pierna. Hay que tener cuidado con el galés porque cada vez se parece más a Annakin Skywalker haciendo migas con Palpatine. Se le está poniendo cara de villano mientras, por ejemplo, al contrario, Ronaldo parece cada vez más bueno: el Bernabéu no lloraba por el penalti fallado sino por su estrella cabizbaja. Isco le había dado valencianismo a Parejo y, antes de que éste cayera al suelo, Annakin la empalmaba para que la parase Alves, como casi todo, mientras el público comprobaba in situ la diferencia entre un portero en activo y otro en pasivo, casi llevándose las manos a la cabeza y preguntándose, como Adenauer: ¿Cómo pudo suceder?

Dicen que Bale está molesto porque sus compañeros no le pasan la pelota, lo cual no es tan descabellado porque ya casi no se recuerda la última cabalgada del once. Últimamente parece más William Munny que Jesse James. ¿Casillas de portero y el segundo jugador más caro de la historia, un purasangre de carreras jugando de espaldas? Es una pregunta que debe responder Ancelotti, que sabe mucho más que uno del asunto. Tampoco es de extrañar así que el galés se ausentara del partido. Con esa melenita y esa barbita venía de la azotea de los estudios Apple de tocar Paperback Writer con un abrigo de pelo. Entretanto abajo se sucedían los escuadrazos, las chilenas, las medias vueltas; y todo para que al final marcase Alcácer a pase de Gayá mientras Pepe y Ramos lo miraban todo como si dijeran: “milana bonita”.

La cosa iba de mirar y cuando todavía divisaban a Kroos salir del campo lesionado igual que a aquella mujik del cuento de Chéjov que veía desaparecer la figura de su amor, el cazador egoísta, se prendía un fuego, Javi para más señas, que ponía a arder toda la estepa. El Valencia parecía el paisaje de Taras Bulba camino de Siech: las campánulas azules y la ginesta amarilla, una espesura de hierbas entre cuyos “finos tallos corrían las perdices alargando los cuellos…”. Porque el Bernabéu fue ayer un campo de batalla de cosacos bajo la atenta mirada de los tártaros. Con Illarra en el campo el destino parecía echado pero el de Motrico respondió con detalles, los mismos que van a acabar sacándole de un Chamartín harto de esperar para verlos convertidos en realidades. Quedaba Chicharito en el aeródromo haciendo el juramento del kamikaze bajo un sol de atardecer que señalaba el camino del honor. Anotaba otro palo el mejicano que también era una animadora poniendo caliente al público. Cris como Bud Spencer pegándole un tortazo a Otamendi antes de que el Valencia le montara una jaula humana para pararle. El vasco etéreo la cogía al vuelo en otro detalle infructuoso y el Balón de Oro fallaba el penalti de la desolación.

Empezó la segunda parte con un córner, y luego otro, y otro y así todo como si fuera un descuento de cuarenta y cinco minutos. Pepe se vestía de negro y cantaba I Walk the Line a las puertas de la prisión de Folsom. Habían salido Marcelo y Carvajal para picar pero fue al fin Johnny Cash quien se dejó de maderas. Se arrodillaba el portugués moviendo el puño como Nadal en la final del US Open de dos mil trece al ganar el tercer set. No todo parecía perdido. Se rumoreaba que Kroos estaba bien. El alemán no parece un teutón humilde de la RDA sino un burgués sibarita de la Selva Negra. El Chícharo a uno le levantaba del asiento con el juego de pivote aunque luego se mostraba obsesionado con esa cabeza. Bale, convertido ya en un delincuente se internaba en la defensa valencianista como Alejandro rompiendo las líneas de Darío. Fue cuando el sátrapa llamó a Negredo que salía al terreno de juego como un titán voluptuoso, un paladín invicto de los que asustan y poco más.

Alves se quejaba de la pierna y se podía observar que llevaba bajo la ropa el traje de superhéroe. Supermán o Mr. Increíble o algo así. Vino Isco para decir que se podía y Casillas, capitán y gran señor, se ponía a insultar a la grada. Nunca se había visto tal cosa. Levantaba el puño el malagueño pero el tiempo se iba a ir como se sucedían los disparos intrascendentes de Chicharito. Los mismos disparos intrascendentes de Nadal en la tierra de Madrid. Perdió la Liga el Real Madrid y perdió el mallorquín su final. Uno tiene la inevitable sensación de que se acerca el fin de una época y de que no queda más remedio que aferrarse a ella.

miércoles, 6 de mayo de 2015

El jeque blanco


A uno Tévez siempre le ha dado miedo.Está el argentino y luego está Vidal.Canelo y Pacquiao.Nadie dijo que fuera fácil este combate pero ayer se engrandeció la Juventus gracias al Madrid,que fue el Mayweather de Las Vegas.Salieron los turineses que parecían Antonio Miguel Carmona por debajo de la almohada diciéndole a uno en la cara que él nació en en Malasaña y que no es político profesional.Luego se va al baño y allí está también el candidato socialista afirmando que los inmigrantes son tan madrileños como él.De ahí se pasa a la cocina y reaparece tras el bote del café hablando de guerras naúticas y uno es cuando va y le vota.Todo con tal de que se calle.La Juve salía desde cualquier rincón y carmoneaba a Casillas que ya sale al campo diciendo lo de: ¿Cómo están ustedeees?, a lo que el piperismo responde: ¡Bieeen!.

Marcó Morata tras el disparo de Tévez, que no es púgil sino sicario, y se veía una Vechia Signora enorme copando el campo en forma de niebla. Ramos trataba de encontrar el camino, perdido como un niño. Bale con barba incipiente tenía una mirada de seducido por el lado oscuro e Isco se mostraba inoperante, sobrante. Ya lo dijo Allegri cuando le preguntaron qué jugador se llevaría del Madrid: “Modrich”, respondió con fruición, como si lo saborease. No le falta talento al Madrid ni siquiera en el reino de Fantasía y allí estaba James, como Atreyu, para anotar tres cuartos de empate con una vaselina de puntera. Se habían acabado las caras de susto pero Marcelo llevaba plomos en las botas. Ayer se vio que el brasileño no es defensa como Agassi no era tenista sino estrella del rock que tocaba con la raqueta. La perdía el lateral como si el balón pesase tres quilos y aprovechaba Marchisio para probar a Fofito desde lejos, quien se enfadaba con sus defensas igual que si fuese Buffon, y eso que Gigi nunca haría eso. O no así.

Transcurrieron minutos de reconocimiento, de primeros asaltos, justo antes de que James, otra vez, le hiciera una foto a la final con su cámara (el colombiano no juega ni con los pies ni con la cabeza sino con una Leica) que luego se perdió por encima del travesaño. A Morata le hacía falta una bronca como las de antaño de Cristiano, pero estaba muy puesto el madrileño jugando de espaldas y robándole la personalidad a Varane que últimamente tiene dudas, miedo, como si le estuviera resultando difícil la transición a la madurez. Estaban Canelo y Pacquiao y luego Lichsteiner, que a uno le recordaba al doctor alemán de La Vida es Bella que juega a las adivinanzas con Guido y que más tarde se vuelve loco. El suizo ayer ya lo estaba y no paraba de proponer acertijos imposibles de resolver.

Empezó la segunda parte con una puñalada de Tévez a Ramos que le costó una tarjeta. Una caricia en esa cara de tener el cuerpo cosido de amarillas. Ramos mandaba un poco en el umbral que separa el medio campo de la defensa, pero era adelantarse y venirle los mareos. Ubicar a los jugadores del Madrid va a resultar una ciencia exacta dada la importancia de unos centímetros en el rendimiento de una estrella; sin contar con las ausencias: Modrich, paladeaba uno como el buen vino. Marcelo se buscaba y la Juve le aguardaba como leonas al cervatillo. Un tiro suyo rebotó de tal manera en James que lanzó el contraataque de los italianos. Unos segundos después se pitaba penalti en el área del Madrid. Tévez le hizo ¡uh! a Casillas y éste se apartó como un gato para que el argentino la metiera por el centro.

Al fin se marchó Isco y salió el Chícharo que quizá debió de haber salido desde el principio para fajarse con esa BBC juventina. Chiellini estaba metido en el partido hasta las cejas, como todos sus compañeros, incluido el exquisito Pirlo que ya llevaba diez quilómetros recorridos a falta de quince minutos. El Madrid regalaba un balón que hervía. Los blancos salían al contraataque pero Ramos se empeñaba en pasarle la pelota a un espectador de la grada lateral, fila diez. El partido era un rebote y se iba a decidir por un rebote que debe servir para un encuentro pero no debería ser suficiente para una eliminatoria, como si esto significase algo. Ya se jugaba por el centro igual que a paletadas. La tuvo Llorente solo en el área, liberada la pelota de la enésima melé, y la paró Casillas con la frente poniendo el punto final al juego y a su propio espectáculo, que anoche fue el de una comedia de Fellini.

domingo, 3 de mayo de 2015

Melodía del afilador


Se daba un intercambio de colores.El Sevilla conservaba su blanco pero se lo cedía al visitante en los calcetines como si lo que fuera a acontecer fuese a hacerlo con los pies.Nada de eso,o casi,como más tarde se vería.El calzado era una señal como la de los botas rojas del Oeste,que hacían su propia guerra a base de rapiña,huidas y asaltos.

El Sevilla juega a esto último sin la ambición (y quizá sin el talento) para los grandes títulos triangulándolo en modo Jémez pero con Bacca. Al hispalismo se le quita al colombiano y el resultado es un Rayo de Luz con Marisol y todo, que es lo que celebra la prensa nacional como el abuelo a la nieta allí en el campo. Aunque en realidad el equipo de Emery tiene su carácter: lo que queda de Reyes (o la versión cani de la película de Ivory) y El Arrebato del vasco.

Enseguida se colaban con facilidad los  sevillistas por detrás de la defensa del Madrid y al llegar allí les sorprendía la niebla por la que se tenían que volver. Cristiano también se nublaba al contraataque pero se insistía: todos en sus proas con el catalejo y con el miedo de escuchar sin verlo el silbido de una bala de cañón atravesando el casco.

Chicharito salía de su guarida para dar pases de gol. Uno ya es de los que se quedaría con este Solksjaer. A una portería respondia la otra como en una discusión de patio vecinal. Bacca le llamaba verdulera a la de enfrente y Cristiano le decía víbora. El Sevilla hacía una especie de fútbol inglés estilizado y el Madrid aguantaba (cómo está aguantando este Madrid los golpes de la vida) y no sólo eso. Los locales se hartaban de plantarse delante de Casillas para dar pases de la muerte que en realidad sólo eran pases de susto, como si llevaran encima una muerte sin guadaña.

El dragón respondía y el Chícharo se la puso desde delante hacia atrás a Cristiano que era arrollado por una estampida de defensores. El ataque del Sevilla era el de un comando en dispersión y en cambio su defensa era de tortuga. A vista de pájaro se les veía replegarse como una decuria valerosa que en el fondo sabía que enfrente tenía a Astérix y Obélix y sus galos.

Fue Isco guiado por el faro de Cristiano quien llegó a puerto. Una bomba y con ella una brecha en la retaguardia. Luego fue James para el mexicano y éste otra vez para Cris que marcaba un gol de videojuego. Un gol teledirigido por el aire en el que Chicharito hizo la mosca de Zoo Station para que el portugués metiera la pierna. Así, así juega el Madrid que ponía distancia amenazado por el amanecer zulú de Mbia.

Se infiltraba la tribu que seguía hallando bruma hasta que Ramos les abrió un claro por arrastramiento. Marcaba Bacca de penalti al borde del descanso al tiempo que Casillas se tiraba como si le pasaran por la quilla a pesar de que James le había indicado por dónde iría el balón. Empezaba la segunda parte con un cabezazo de Vidal y con el capitán madridista empapado todavía subiendo a cubierta por la escalerilla del barco.

Respondía Kroos disparando una flecha desviada por poco. Toni corta o dispara y se vuelve como si llevara un carcaj a la espalda. Se veía a Bale con el peto de los purasangres trotando por la banda conducido por su cuidador. Mbia daba unos alaridos como para perder los nervios. Caía James y luego Cristiano, hasta cuyos escupitajos son robustos: el portugués no escupe saliva sino cubitos de hielo. Isco jugaba a lo suyo en defensa tras lo que se sucedieron tres contras seguidas. El fútbol hecho ping pong y Kroos que seguía lanzando saetas desde su torreón.

Reyes aparecía caracterizado del Torete robando coches y el Chicharito se despedía para dar paso a Gareth, que colonizaba su puesto. No sabe uno cuando Cristiano se hizo lateral, lo que le faltaba, incluso afilador del que los contrarios oyen su melodía no precisamente con nostalgia. Allí, a lo lejos, de pronto, un soldado de las tropas británicas resistía en Isandhlwana los ataques indígenas como el cardo tártaro de Tolstoi. Lanzó una bengala y atardeció en gol de Cristiano, que hace volar a los guardametas como si en vez de futbolista fuese cetrero.

Hubo abrazos de equipo con Ancelotti de núcleo de los que provocan depresión en los fariseos, pero el Sevilla porfiaba con la muerte que al fin apareció con su herramienta. Pase al centro del área y el portero haciendo la estatua. Ni aunque se hubiera estirado probablemente hubiera evitado el gol, pero ya es Casillas hombre de los que reaccionan cuando les da tiempo a pensar, justo lo contrario de lo que era.

No se movería el marcador a pesar de que el Sevilla se derramaba por el césped. Pasaban los minutos como si el Madrid fuera una esponja. Salía Illarra por Isco y después fue el mismísimo Casper quien sacaba el balón de la portería madridista. El sevillismo se hacía cruces ante la intervención de jugadores no alineados, mientras Casillas se retrataba como un bebé chapoteando en la bañera al que sus compañeros saltaban como niños un plinto en el gimnasio, sobre el que más tarde, terminadas las clases y aprobado el curso, se sentarán a comer pipas.

jueves, 30 de abril de 2015

Se puede cultivar después del arado


Llegaba uno ya desfondado al partido en el minuto diez de la segunda parte, y se ponía en un momento al orden con un grito de guepardo de Chicharito como si estuviera llamando a sus cachorros. Uno de ellos era Illarra que aparecía por la parte inferior derecha de la pantalla para defender un córner con cara de susto. Y es que al parecer el de Motrico hacía un partido como de haber estado fuera de sitio y sacando el culo a cada pase a juzgar por los silbidos.

En efecto, perdía la pelota como una damisela empolvada, pero es que el Madrid era un conjunto espeso, saturado de fútbol como un cubo de palomitas. Jesé no puede y dice Butragueño que aún es pronto para él, lo cual puede que sea verdad. Salió Isco con alegría y se notó, ¡que le compren un mono al malagueño para que salga siempre por bulerías!

A uno, que siempre le gustó Coentrao, le vio robar balones como si en vez de pierna tuviese la lengua de un camaleón. El mismo portugués es un reptil que se confunde en el medio mientras Jesé seguía fallando en busca de la chispa perdida, película de Carlo Ancelotti, afamado director de spagueti westerns, donde Kroos ya aparece con un peinado con volumen, más allá del corte alemán con el que amaneció de blanco.

El Almería estaba ya confuso y el Madrid le sobrepasaba sin brillo, con el espesor a cuestas. Sancho haciendo galopar a su burro detrás de don Quijote saltándole las alforjas. Cómo corta Cristiano últimamente por la banda, una querencia a tablas desde donde hace volar pases de pecho. No iba a debutar Odegor porque no estaba el ambiente propicio, y mientras las cámaras buscaban al noruego en el banco captaban a Casillas mascando chicle como el jefe Gillespie, el sheriff de ‘En el calor de la noche’.

Restaban los detalles por los que vale la pena quedarse hasta el final en el Bernabéu. No hay que perderse nada de este equipo incluso en su versión mediocre. Salía Kroos en el centro para Isco que se la daba a Silva por encima de dos contrarios. El brasileño cubrió la pelota con su corpachón y lanzó un contraataque que volvió a fallar Jesé, quien corría tan recto y tan rápido y tan impecable como siempre por el hueco pero al llegar a la primera línea de defensa se chocaba como un zombi de los de Guerra Mundial Z.

Tiene que enseñarle Toni a bailar entre contrarios, cuando parece que juega de puntillas o se mueve por el ring esperando y chocando los guantes. Se desplegaba ya el Madrid con Cristiano a la cabeza buscando el gol y el Chícharo tratando de desmarcarse como si se jugara la vida. Luego llegó Isco para el mexicano quien centraba a la boca de la portería donde debía estar el portugués y donde, sin embargo, estaba ese Arbeloa que  a veces, ya se ve, el cono, se muestra imperial.

Ronaldo se enfadaba mostrando el pundonor que le hace ser quien es, lo mismito que el ínclito capitán,  y seguía trabajando esa banda donde ya hoy se puede cultivar después del arado. Se beneficiaba de ello Chicharito sin suerte, quien a su vez buscaba al prestatario para agradecerle la fe como buen cristiano. El portugués lo intentaba, pero así se quedó el partido.

De la primera parte acaso mencionar la explicación de los silbidos a Illarra, que cuando falla es el antónimo de cuando Isco caracolea y eso al público le llega con la misma intensidad. Qué se puede hacer con ese ambiente sino parecer el adolescente onanista del Jardín de Cemento.

Otras notas fueron que Jesé se la echaba una y otra vez hacia adelante y casi al instante tenía que volverse. Causas. Y efectos en lo ya comentado. Keylor haciendo saques de puerta precisos es como comer en mantel de tela acostumbrado a hacerlo en uno de papel. Al portero titular antes del chicle se le vieron en el suelo los envoltorios de las chocolatinas para ahondar más en su leyenda de fin de carrera, donde casi se olvidan sus impresionantes logros.

El rostro imponente de Sergi Barjuán era una mezcla del de Willow y la máscara de Darth Vader, y menos mal que se vio a Lukita unos instantes, tan adorable que hasta daban ganas de transformarse en Ana Torroja y cantarle aquello de Mecano: “Me cuesta tanto olvidarte…” Casillas a esas alturas ya aparecía sin ningún pudor medio desnudo en primer plano, pero no va a dejarse ese recuerdo para el final sino el tiro prodigioso de James, o la última apoteosis del Chico Maravilla.

lunes, 27 de abril de 2015

¡Ándale!, ¡ándale!, ¡arriba!, !arriba!


Sometido el Atlético tras la sucesión de guerras indias (los navajo iniciaron el miércoles su larga marcha a la reserva),es como si el Madrid se hubiera lanzado definitivamente a la conquista de América.Se apreciaba en Vigo una beligerancia osasunista,valencianista (una epidemia que se extiende),aficiones a las que es llegar los blancos y erizarse como gatos.

De igual modo que el shensei de los Cobra Kai les había dicho a sus pupilos: “Sin piedad”, Berizzo les habría repetido a los suyos: “Hay que anticiparse”. Los celtiñas eran peloteros videntes y el Madrid, sobrepasado, resistía a fuerza de detalles como los de Illarra quien, aunque a veces defiende igual que habla, otras, a ramalazos, parecía Von Karajan organizando a este equipo filarmónico.

Casi nada más posicionarse llegó el primer gol como el aperitivo de una velada en la que se intuían entrantes, primer y segundo plato, postre, café y hasta copa. Superada la defensa sólo quedaba Casillas, que en esta ocasión jugaba al escondite inglés mientras el balón, despacito y dando botes, se colaba dentro del marco como una granada antes de explotar, y Ramos perdía los zapatos enredado en el Twister.

Lo que también casi perdió el de Camas fue la cabeza, pero la peor parte se la llevó Larrivey. Cada vez que se decía su nombre, si uno cerraba los ojos, era como estar viendo aquellas finales de los ochenta entre los Lakers y los Celtics con el mito de Indiana encestando triples que le salían de la nuca. En una de esas idas y venidas (el partido se jugaba en una cancha de baloncesto), Cristiano se fue por el fondo, quizá la única vez en todo el encuentro que el Celta no metió una pierna, para dar el pase de la muerte al que James le puso un empalme sencillo de gol y pura electricidad a Kroos.

Illarra seguía perdiendo balones pero después los recuperaba o se redimía de otro modo casi inexplicable, algo así como la clase. El de Motrico hacía todo eso mientras Isco daba patadas a una lata pegado a la banda, todo lo contrario que Chicharito, un Speedy González con las ganas de un maletilla que se pone a torear vacas desnudo por las noches para no estropearse la ropa.

El de Guadalajara se la llevó con el hombro (en realidad fue con la fe) para marcar cruzado a centro de James, que es un ángel. Parecía que Isco había alcanzado la madurez y que Illarra seguía siendo un adolescente, pero ahora se ven las cosas de otro modo: el vasco remonta poco a poco una edad difícil, y el malagueño muestra un pavo preocupante.

Superaba el Madrid una ofensiva sangrienta con Larrivey poniéndolo todo perdido como en Reservoir Dogs, donde Santi Mina sacaba su pistola y se unía al tiroteo por el hueco donde sólo quedaba, otra vez, Casillas, que en esta ocasión tenía la forma de uno de aquellos palos de los videojuegos antiguos. Menos mal que el Madrid estaba en modo automático de no admitir sorpresas. Cristiano la mandaba al poste tras jugada de Toni y el Chícharo de moda (el "Totó" Schillachi de este fin de temporada), justo antes de que James rompiera el empate rebotado en Fontás.

El partido porfiaba en su guión. Los vigueses salían de debajo de la yerba como perrillos de las praderas, en ocasiones como el monstruo aquel de 'Temblores', la película ochentera de Kevin Bacon. Larrivey con el gorro subido parecía un pitufo enorme y malvado salido de una batalla medieval, y Nolito seguía siendo un entuerto incluso perdiendo fuelle.

Despejaban los blancos siempre en corto para salir jugando pero siempre había allí un celtíbero aguerrido saliendo de la madriguera que tenía agujeros por todo el terreno de juego. Gran preparación del encuentro de Berizzo como si se hubiese pasado el fin de semana excavando túneles subterráneos.

A pesar de todo llegaba el balón manso a manos de Casillas quien se gustaba adornándose en garbeos por el área como Luguillano por el ruedo en una de esas tardes en que no tenía verdad. El Madrid respondía al acoso. La sacaba con lo que fuera en el batiburrillo hasta que Ramos vio pista libre y se lanzó por el centro de una pendiente en la que ya se deslizaba Chicharito, quien controló la pelota con la punta del esquí para superar como a una bandera a Sergio Álvarez. Y ya no hubo más. Mientras Pepe salía al campo para precintarlo, Larrivey se marchaba desangrado, como su equipo, o quizá es que ya no le quedaban más camisetas.

miércoles, 22 de abril de 2015

En la noche de las líridas


Se ganó el Madrid la semifinal con una justicia tan pesada como el Bernabéu,cuyos planos a pie de campo daban la sensación de que se jugaba al fútbol bajo los jardines colgantes de Babilonia.Mientras Chicharito lloraba en el banquillo,se agotaban los cinco minutos de añadidura a fuerza de cambios de Ancelotti al que otra vez dio Simeone un baño táctico que sin embargo se vio al revés como está crónica que sólo debería escribirse del principio al final,y no del final al principio,si se hubiera producido un resultado más abultado y más propio.

Raúl García es un híbrido entre un estibador de los muelles con el gancho al hombro y una vieja comadre de la Misericordia de Galdós. Pero ocurre que la tienen calada, o en Europa no y por eso le sacaron el premio que mereció sin excusas. Nada de limosna. Además, da la impresión de que García en realidad no sale a jugar sino a conseguir una tarjeta como si de verdad fuera pobre y ésta llevara un descuento.

Se irguió Cristiano tras una visión. La cara como si emergiera su cabeza del agua de la bañera y allí estuviese James para asirle y  regalarle con todo el cariño el gol al que más lo quería. Corría el cuate elegante y humilde hacia la esquina con los brazos en alto para tumbarse boca arriba como Nadal, que siempre se tapa los ojos con el brazo, como cegado por el relumbrón.

No hacía mucho que a Oblak debía de haberle mirado Casillas con añoranza de tiempos jóvenes viéndole allí enfrente, casi desde la intimidad de su casa, como las viejas diapositivas de cuando le llamaban el santo. Fueron James y Chicharito, reptando los dos por el suelo como en un desembarco quienes a punto estuvieron de batir la portería. Lo mismo que al Cholo le dieron la vuelta su lección estratégica, a Arda le sacaron una segunda cartulina de las que ya hubiera querido Raúl García para su colección.

Acababa de entrar en el campo el medio campista a sueldo de Simeone, justo después de que Miranda dejara claro que su intención primera era la de descoyuntar al hijo del Chícharo, quien todo el partido pareció un torero ante su única corrida del año, jugándose la vida en cada lance. Javier Hernández “el chicharito” con los dientes fuera mordiendo el aire para agarrarse a él en cada salto y haber dejado dicho que “Esto es de todos. Todos luchamos, todos corrimos”.

La primera parte terminaba con un solemne vacío en el centro del campo, con el balón moviéndose por los bordes como si la zona de Lukita fuese un cementerio de sioux que hubiese que respetar. El Atleti se manejaba en formación de tortuga para defender, no para atacar. “Atacar es sacrílego”, debió de dejar escrito en la pizarra el abad Simeone.

Chicharito comenzaba por entonces a sentir los primeros golpes de la paliza de Miranda, el general Huerta deseoso de acabar con Pancho Villa, mientras se hacía patente que Isco no es teniente para enfrentarse a indios salvajes y armados. El área atlética por momentos pareció Times Square, llena de luces y de nacionalidades: española, portuguesa, uruguaya, colombiana, turca, eslovena, francesa, croata… un trasiego constante de turistas y de fogonazos.

El ataque del Madrid eran los asaltos nocturnos de Villa por los que los rivales se desmoralizaban. No le había puesto allí al de Jalisco Ancelotti sino Madero, en una curiosa historia de lucha y lealtad. James lanzó una falta y Kroos rebañó balones casi pisando las tumbas. Hubo un rato de pelotazos al cielo en medio de los cuales a Griezmann le denegaron la entrada debido a su peinado. En la tele juzgaron como “entrada dura” un salto de Cristiano que acabó en golpe con el hombro a Gámez. No debía de saber el locutor que Ronaldo es una suerte de Titanic incapaz de virar a tiempo en el aire como en el mar, o que los planetas no pueden modificar su órbita a placer.

Había salido Coentrao, que era la estrella madridista en la noche de las Líridas, la esquiva Barbra Streisand de los recitales a mil dólares la entrada. El Chicharito fue el alma y la lágrima, y James el niño prodigio y clarividente habilitándole con sus toques leves, igual que si fuera uno de aquellos hermanos italianos a los que se les apareció la virgen y fueron a entrevistarlos Marcello y Paparazzo en descapotable para contarnos, al menos en parte, La Dolce Vita.

domingo, 19 de abril de 2015

Miles de gritos de Munch


Ni siquiera había terminado el himno cuando Bale se echó al suelo con la cara de un niño que se ha dado un tortazo. Parecía un purasangre reventado al que los doctores acariciaban el cuello como si fueran hombres que susurran a los caballos.El accidente estuvo rondando las mentes y en eso el Madrid ya era un equipo cojo, como el galés. Supone uno que a los críticos esta baja les resultará intrascendente, por mucho que pareciese que quién ya no estaba era Modric. Uno pensó esto en aquellos primeros minutos y ojalá no lo hubiera hecho.

El Málaga tenía hasta jugadas ensayadas y una de ellas casi acaba en premio tras un córner, paseándose el balón de palo a palo en un área madridista que parecía una cala de Caños de Meca con Sánchez y Angeleri poniendo copas en un chiringuito.

Fue un susto como Casillas, que no es un portero sino un susto. Sin Bale Chicharito se probaba afinando la puntería como una mirilla de rifle, ajustándola, subiéndola, bajándola, disparando, volviendo a ajustarla e incluso apuntando con la culata. En una de esas al final no iba a dar en el blanco.

Algo de Dinio había anoche en Marcelo. Una confusión de noche. En vez de un esplendor, un espesor sobre la yerba; pero hubo una falta, lanzó Cristiano un pase/chut y marcó Ramos solo, o en fuera de juego como clamaban los malaguistas, a quienes les estuvo bien empleado por jugar a hacerse los guays con la línea de defensa en el Bernabéu.

Le llamaba a uno la atención Modric moviéndose allí abajo por detrás de Kroos, navegando por la laguna Estigia que es la antesala de los muertos. Chicharito estaba en todas con una pasión de mariachi. Había salido al campo con una funda de guitarra llena de pistolas.

También ensayaba con la espada, el muy zorro, y se la ponía a James que es tan fino que parece que todo lo hace con la puntita. Al poco llegó el caño de Cristiano por el que Angeleri se puso a buscar el balón como si se lo hubieran enterrado en la arena, mientras el público eran miles de gritos de Munch.

Estaba el partido atascado y las estrellas madridistas buscaban el golpe de efecto. Tras el Caño de Meca Luka se ponía a correr por la banda como diciendo: ¡Qué pasa, esto lo que tengo que arreglar yo o qué!, una madre poniendo a punto la casa sacudiendo las alfombras.

A pesar de todo en lo único que permitía lucirse el Madrid al Málaga era en los fueras de juego, en los que porfiaba para que Ramos al fin comprendiese lo que eran, mientras se llegaba al punto, sin remisión, en que a Íker ya se le aplaude cuando no falla como una reacción natural ante el miedo. Y no se puede vivir con miedo.

Modric robaba balones como un molino saca agua del arroyo, justo antes de toparse con Recio, quien haciendo honor a su apellido acabó de quitarle al Madrid el Tottenham entero. Salió Illarra cortando y mandando, lo que mantuvo al F-16 en vuelo. Maverick acompañando a Cougar hasta el portaaviones. A veces los taconazos de Cristiano descolocan a las otras veintidós personas sobre el campo, y eso fue lo que precedió al movimiento de James jugando solo de niño en el barrio contra una pared en la que estaban dibujados Isco y Ronaldo antes de ponerla en una escuadra de tiza.

Todavía estaba el mundo recordando ese momento cuando Marcelo la perdía (ayer tenía que ser él) y el cambio de planes pillaba a Pepe y a Casillas cambiándose los calzoncillos.
El Málaga acortaba la diferencia pero la sensación de peligro se mantenía estable como los cielos. Cristiano participaba e Isco daba la sensación de estorbar en defensa. Incluso de estorbar en todo lo demás. Hay en él un aviso de mohín de niño que se esconde detrás de las piernas de su madre.

Illarra, en cambio, mantenía el tono de salida frente a lo único que lograba enseñar el malagueño, que eran las caderas por las que tantos admiradores pierden los papeles. “Chupa, no soples” habría que decirles como la estanquera de Amarcord si en vez del culo fueran las tetas.

Sufría el Madrid. Con el gol del Málaga la mujer de uno había dicho: “Pobrecitos, déjales que marquen un gol”. Se le había explicado que eso no se podía decir y no lo entendió hasta el minuto cuarenta y cuatro, como Ramos los fuera de juego.

Se merecía el  gol cincuenta Cristiano e iba a ser Chicharito colándose delante de Angeleri por la línea de fondo, una gacela sorteando a un león que no podía usar las garras, quien se lo concediera. Hubo incluso tiempo para otro pero a James se le escapó el control y Cris se quedó sin un hueco que ya no importaba, sólo que Gareth y Lukita se pusieran buenos.

miércoles, 15 de abril de 2015

Todos esos Lannister


Tiene casi el Madrid la piedra filosofal y el resto de equipos sabe que su oportunidad pasa por enterrarla lo más profundo posible bajo la yerba.Simeone es una mezcla de alquimista,leñador y cheerleader y esto lo sabe mejor que nadie.Así ha logrado que los blancos se ofusquen desesperados escarbando la tierra.

Ayer,por momentos,incluso la sombra del cuatro a cero se apareció en el Calderón a pesar de la superioridad inicial del visitante,como si cualquier despiste,y hubo varios (alguien tiene que decirle a Ramos que se cambie la raya de lado,o algo),pudiera haber mandado la gema al subsuelo del Manzanares como para encontrarla en noventa minutos de ruido.

Carlo tenía la cara tan roja y crispada (la ceja disparada) como si esos sillones rojos, en ese banquillo rojo, ardieran en llamas. Se daban señales de grandeza, pero eso es algo que el Real Madrid siempre ofrece: Varane adelantando a Mandzukic diciéndole: “Mic, mic” y enseñándole una caja de explosivos de ACME, Modric rebañando en la banda en modo lateral… Pero de un robo absurdo se sabía que no podía andar lejos el desastre.

Había una posesión estéril, aunque prometedora. A Casillas le daba pereza salir del área. Benzema se movía como un púgil por un cuadrilátero de ochocientos metros cuadrados. Uno de pronto le vio coger un balón al vuelo con el exterior y dejó de parpadear como millones de personas. El francés hace esas cosas y luego no le da la gana tirar a puerta nunca, como si no estuviera ahí para eso. Hay que comprenderlo para no sufrir.

Decían que Oblak estaba inmenso pero en realidad quien no lo estaba era la definición del Madrid, que empezaba a ver todas las puertas cerradas de Roca Casterly. Todos esos Lannister antipáticos y agazapados. Bale disparó probando desde la lejanía, y cuando el acoso madridista empezó a perder intensidad el Cholo comenzó a agitar los pompones. El Atleti por entonces se alimentaba de córners de los que aprovechaba hasta la cáscara.

Robaba el Madrid rápido y se veían destellos de color. James avanzando como una cremallera atascada de preciosa filigrana. Fue con el segundo, o tercero, ataque narcoléptico de Sergio, cuando uno se dio cuenta de que Koke es rubio, aunque no tanto como la cresta de Sigue Sigue Sputnik de Griezmann, que casi le canta a Iker  Love Missile F1-11, con dedicatoria del de Camas.

El Madrid se desperezaba a base de contraataques fulminantes que no fulminaban nada. Era Benzema, era James, pero nada. Karim que no chuta y nadie que le siga el juego. El juego del Madrid. Varane seguía haciéndose pistas en el campo como si por detrás le siguiese una pavimentadora en la que fuera subido Bale, que anoche estuvo incómodo e indolente, igual que un caballo al que se le azuza y se espanta y después sigue comiendo hierba tranquilamente tan sólo unos metros más allá.

En la segunda parte el control madridista ya se había marchado. Mandzukic con sangre en la cara como en una pelea callejera. Una bronca de bar y Simeone encantado con el panorama. Tras la trifulca, que no quería dejar morir el croata, volvieron las sombras a intimidar a los blancos llevadas por Arda en cometa. Benzema tan pronto escribía un ripio como hacía un borrón y entre medias el Madrid seguía sin romper la hucha sintiendo cada vez más el frío a sus espaldas.

Salió Raúl García para enredar, para practicar un cholismo de urgencia como si el empate fuera más un problema para el local. Ya estaban Isco y Torres, espíritus más que jugadores. Se jugaba con todo, hasta con el árbitro con el que García, hablándole al oído, hizo la jugada del partido: tarjeta a Marcelo que no estará en el Bernabéu. García siempre sale a arrancar cabelleras y si no a Marcelo, o lo que sea y cómo sea.

martes, 14 de abril de 2015

Crónica: Real Madrid 91 - 78 Barcelona


El conjunto blanco venció por 13 puntos al equipo azulgrana tras un magistral último cuarto del escolta norteamericano Carroll, que anotó 19 de sus 26 puntos en el último cuarto.

El Madrid gano su cuarto partido ante el Barcelona esta temporada. No jugaron ni Rudy, ni Slaughter ni Bouroussis, el conjunto de Laso ha recuperado el basket average tras este recital y aventaja en 4 victorias al Barcelona en Liga Endesa.

El equipo blanco comenzó el partido enchufadísimo, 10-3 en tres minutos, a lo que el Barcelona respondió con unos "buenos" minutos de Tomic donde se colocó a tan solo un punto en el minuto 8 (19-18), pero tras un arreón del Madrid consiguió acabar el cuarto con +6 en el electrónico, 26-20.

Tras la baja de Slaughter a ultima hora y la imposible convocación de Bourousis, el referente en la pintura fue Mejri, 8 puntos y dos rebotes del pívot en 7 minutos, que unido a la grandísima actuación del capitán Felipe Reyes (9 puntos, 4 rebotes) hacían muy difícil que el Barcelona se pudiera recomponer. Pero Tomic reaccionó rápidamente y consiguió acercarse al marcador al final del segundo cuarto (Minuto 20, 44-38).

En el descanso el Barcelona se dió cuenta de que el Madrid era imparable en ataque y empezaron a defender, en 6 minutos remontaron 9 puntos gracias a Satoransky y Hezonja, el Madrid solo consigió hacer algo en ataque con Llull. (Minuto 30, 61-63).

En el último cuarto el Madrid salió con todo, la vuelta a pista del Chacho para dirigir mejor el partido, Nocioni para anotar y Mejri para defender a Tomic mejoró al Madrid.

Pero Carroll era el hombre del partido, en apenas cuatro minutos anoto 10 puntos consecutivos en el parcial blanco de 14-0. Un autentico recital del norteamericano, que no paró y quería más y más, llegando a los 19 puntos en el ultimo cuarto. El Madrid doblegó al Barcelona en este cuarto, 30 el Madrid y 15 el Barcelona.

El Madrid sigue invicto en el Palacio en Liga Endesa esta temporada, 13 de 13 partidos ganados en el fortín blanco.

Ficha técnica:

REAL MADRID  91 (26+18+17+30): Llull (12), Carroll (26), Maciulis (5), Reyes (11) y Ayón (6) --cinco inicial--; Campazzo (0), Sergio Rodríguez (13), Rudy (-), Nocioni (7), Rivers (0) y  Mejri (11).

BARCELONA 78 (20+18+25+15): Satoransky (10), Navarro (5), Thomas (5), Nachbar (7) y Tomic (22).--cinco inicial--; Hezonja (9), Huertas (4), Abrines (2), Jackson (-), Pleiss (8),  Lampe (4) y Oleson (2).

lunes, 13 de abril de 2015

Cristiano con la camiseta de rayas


Uno pensaba que el Madrid salía diezmado como hace meses sin que nadie lo notase, y que eso podía causarle complicaciones. Pero tenía razón Garitano en que ellos juegan en otra Liga. Se comprobó en las espaldas de Cristiano, cada vez más griegas. A su lado, las de Capa eran románicas, incluso prehistóricas. Un pedazo de piedra frente a una pieza de mármol de Carrara. Illarramendi estuvo ayer más veces en el suelo (y en el aire) que en toda su carrera, primero cuando se chocaba con Ander y después con Mikel (Aruabarrena), quien siempre lleva leña encima para todo el invierno.

En el principio todo era Cristiano. Un dios salido de su estatua como si lo de ayer fuera una tarde en el museo. Disparaba Illarra desde fuera igual que en un saque de Pelota. Menudo frontón. Ramos arrodillándose ante el larguero. El dios noqueando a los defensas a balonazos. Isco jugaba triste como si le oscureciese el resplandor del oro de James, a pesar del golpe de billar a dos bandas: Eddie Felson vapuleado por el gordo de Minnessota.

Luego Luka rodó al borde del área para cargársela a Cristiano. Le hizo el clac, clac al fusil y se lo puso en los pies, pero de ese cañón salió un misil con punta explosiva que rebotó y casi le corta la cabeza a Irureta. Uno no sabe que sería peor, si subirse entonces a un cuadrilátero con Tyson, o ponerse delante de una falta de Cristiano, el terror de Madeira.

Todo era Cristiano. Cristiano fallaba, Cristiano driblaba, Cristiano centraba. Modric lo observaba como un espía centroeuropeo salido de ‘El Topo’, a veces es incluso un topo, saliendo de pronto a la superficie para olisquear y luego volver a sumergirse. Lo de Cristiano eran los malabarismos de las tres pelotas pero con los pies. Imagínese un día parar en un semáforo y que se plante el portugués delante con una camiseta de rayas y la nariz de payaso.

Chicharito había salido de cruzado y se adentraba más allá de medio campo con sus saltos de gacela. Uno se preguntaba a qué esperaba Jesé para emplearse, incluso en el nombre de Dios. Tras las plegarias y el sacrificio el mexicano obtuvo su premio con un remate demoníaco girando el cuello como la niña de El Exorcista. El cielo y el infierno ahí tan cerca.

Cuando el Madrid marca Carlo lo celebra como si le diera un empujón al carro del supermercado y luego lo dejara allí correr solo sin importarle los demás clientes. Arbeloa ocupaba plaza como El Juli porque lo suyo ya es un estado mental que hay que mantener mientras el cuerpo le aguante, y por ahora parece que sí. Por un momento se levantó la camiseta y allí había una tableta de Valor, que es lo que tuvo su actuación ayer.

Imaginaba uno a Navas jugando en la hierba, incluso hablando con su dedo como si éste fuera Tony, el “amigo” de Danny, el niño de El Resplandor. Todo en el Madrid es de lujo, hasta el césped que ayer parecía de marca, la alfombra de Pazyrik inalterable a través de los siglos, como inalterable es Casillas quien en el banquillo parece un dominguero mojándose sus blancos pies en una orilla del Jarama.

Hacía los cambios Carletto y todo el mundo asentía de aprobación. Había conjunción planetaria en el Bernabéu. Se iba Modric dejando el campo lleno de agujeros y reaparecía un Silva como para pisarlos, al lado del cual tiene que retumbar el suelo igual que ante el toro. Luego se fue Ramos con una raya en el peinado tan excesiva como aquel traje suyo blanco de hace una década, antes de un choque múltiple en un atasco tras el frenazo de Piovaccari que se llevó por delante a Pepe y a Navas.

Silva parecía torpe pero también daba la impresión de gordo, sin duda un efecto óptico. A falta de fútbol Capa y Aruabarrena seguían empleándose con Illarra, que hacía gestos de dolor pero continuaba equilibrando el juego del Madrid, un mártir invisible y con clase.

Salió Marcelo y en su lugar saltó al campo Nacho, muy bien peinado en pantalones cortos y con las medias altas, un cabás para el almuerzo y la cartera a la espalda acompañado de la mano por Paul Clement hasta la banda, quien una vez lo soltó debió comprobar con orgullo que en este Madrid de primavera se tienen chicos muy aplicados. A Jesé se le había visto un caño y muchas dudas pero se tiró por el medio de un ramalazo de dos mil catorce y marcó un tiro cruzado haciendo honor a lo de Cristianito.

Sólo se veía ya al Atleti y en el medio a los eibartarras que habían superado la prueba llevándose un tres a cero decoroso. Aun así Cristiano (al principio y también al final todo fue Cristiano), se enfadaba con Isco que no se la dio para marcar el treinta y nueve. Al malagueño en Chamartín se le tiene por Curro Jiménez y no se le silba sino que se le canta. Nadie, suerte la suya, le va a llamar egoísta.

miércoles, 8 de abril de 2015

Penalti grandísimo


Se trataba al principio de contener el juego primoroso del Rayo, que es algo que casi nunca trae sorpresas. Primoroso es Jémez, que fluctúa entre un antiguo concursante de Mujeres, Hombres y Viceversa y el Pequeño Saltamontes. Paco, para la prensa amiga a la que tiene encandilada, es como un shaolín de barrio que tiene el esquema del kung fu de salón dentro de su cabeza rapada, siempre tan bien posicionado como su equipo en el inicio hasta que hay que empezar a dar tortas, que es cuando le suelen caer goleadas como panes.

Sólo se trataba, se decía, de controlar la exhibición de fútbol total vallecano para, en el momento justo, lanzar a la caballería agazapada hasta entonces en lo alto de una loma. El Rayo lo hacía tan "francamente bien", para disfrute de los comentaristas, que casi lo único que podía pasar es que marcara el Madrid luego de culminar alguna de las combinaciones que iba practicando mientras Jémez les corregía la postura en la barra a los suyos.

Manucho incordiaba a Lukita metiéndole la pierna, quien, ofuscado, debía confundir a su rival con Lucrecia y los Lunnis y no sin razón. Había autocontrol rayista si se exceptúa a Kakuta que se subía por la paredes. Esa era la grieta por donde se empezaba a atisbar que, a pesar del dominio local, en cualquier momento podía caérseles el cielo sobre sus cabezas, que era lo único a lo que temían los galos de Astérix.

En la segunda parte el Madrid se estiró como una sombra que fue ocupando todo ese pequeño campo, tan pequeño que hasta uno de sus fondos es la pared de un frontón. Bale empezaba a meterse entre los defensas como los escoceses de William Wallace entre las tropas inglesas. Un bote pronto de cabeza precedió a esa expresión suya de sacar los dientes igual que un highlander del clan de los McBale.

Se afilaba el Madrid como en una forja de resplandor naranja mientras un herrero sudoroso le daba forma a las espadas. Tanto jugaba el Rayo a romper el fuera de juego que ya se sabía que por allí le entrarían como Saladino por el arco de Jerusalén. Fue así que James se la dio a Cristiano por debajo de la vanguardia, quien indudablemente se tiró al suelo porque le arrollaron al muy pillo.

Tras la decisión una pequeña oleada de locura como al final de Perros de Paja. Toni y Gareth amonestados. Llegaba Lukita para deshacer el embrujo con un recorte en la línea de fondo de defensa para enmarcarlo en el museo del club. Kwai Chang Jémez lo veía mal y empezó a olvidarse del tiqui taca para encomendarse al profeta Jozabed. El Madrid crecía pero sin estirón. Para colmo se vio a Casillas recortando con el pie en el área al tiempo que una aleta sospechosa se aproximaba bajo la yerba.

James daba una lección de fútbol encantador. Si Isco toca y toca, el colombiano es la antítesis acompañando el balón, mezclándose con él sin rozarle, acompasando su rumbo y desprendiéndose de él sólo en un último golpeo genial. Un guardaespaldas rodeando a una joven estrella del pop. Aunque para guardaespaldas Amaya, por el que Sergio Ramos parecía el Sr. Miyagi al lado del Shensei, que antes se había empleado sin piedad con el tobillo de Bale.

Marcelo ya cortaba, y no en diagonal sino en horizontal para hacerles correr más a los rayistas como si quisiera desgastarles. James se revolvía, aguantaba el abuso y era la antesala del gol: una internada surfista de Carvajal que conseguía salir bajo la cresta de la ola para dejársela a Cristiano que la picó en plancha de cabeza para anotar por trigésimo séptima vez esta temporada.

Salió Isco por Benzema que tan sólo había dejado unos versos sueltos y lánguidos. Maldito poeta Benzema. Al enésimo contraataque negro, Ronaldo encarando a los defensas se la cedía a James para que éste la ajustase al palo mientras Bale saltaba como el fantasma de las balas de oro cuando daba en el blanco. 

No hubo mucho más con los de Jémez arrastrándose de la pena. Modric parecía un recortador doblando esquinas de contrarios, y a Chicharito Ancelotti le sacó a falta de un minuto. Decían en la tele que el Madrid sufrió en la primera parte, y uno se preguntaba si lo del Schalke en el Bernabéu serían entonces las llamas del infierno. Al final le preguntaron a James que opinaba de la jugada de la tarjeta a Cristiano y dijo: “Penalti grandísimo” como para darle cien gallifantes.

lunes, 6 de abril de 2015

Niñas haciéndose trenzas


La raya que le surcaba a Cristiano la cabeza era como la que traza uno en su libreta cuando cambia de tema,como si aquí empezase otro dos mil quince.Una raya como la del medio campo por debajo de la cual ya no quiere estar el Madrid desde el veintidós de marzo,cuando no obtuvo la victoria pero sí encontró una puerta a las estrellas enterrada en la arena.

Pintaba bien ese nuevo Madrid con Modric correteando como un niño entre las mesas de un restaurante;el flautista de Hamelín llevándose consigo a toda Granada,desde el Albaicín hasta el Sacromonte,también una Alhambra de Al Arabi,incluido Abel que había dado instrucciones de seguirle sin saber que no eran sus órdenes sino la música del croata lo que allí se ejecutaba.

Ronaldo bajaba a recuperar balones más allá del muro (de la raya) como si fuera un guardia de la noche. Llovían balones de fuego como bolas de catapulta y allí estaba Benzema con un canasto cogiéndolas al vuelo igual que un pillo esperando a que su compinche le lanzara las naranjas desde el árbol.

Regresó James y en el Bernabéu había un ambiente de alegría como si hubiera vuelto el ruiseñor de las cumbres que saltaba Bale con pases que iban de una esquina a otra. Solo faltaba ver al galés vestido con pieles, un bárbaro de las montañas con diadema y hasta un coche que derrapa o un caballo de polo trotando por el campo. El colmo de la metáfora.

Se vio a Ronaldo saltar y su cabeza, su casco de gomina, más arriba que los brazos estirados de Oier quién debió de comenzar a sentir temor ante la cercanía del monstruo. Pese a la amenaza (igual a otras anteriores que terminaron sólo con el nombre), al Granada le daba tiempo a salir de su ratonera como Jerry burlando al gato Tom.

Eran contragolpes de Pixie y Dixie que pillaban desprevenido a Jinks, pero esta vez sólo fue un espejismo. Era la raya de Ronaldo la frontera del pasado dos mil quince. La primavera del Madrid a la que se rogaba: “…al final volvía siempre la primavera, pero era aterrador que por poco nos fallaba” decía Hemingway.

El Bernabéu era incluso la selva con Cristiano y Benzema descolgándose en lianas. Marcelo se desdoblaba y el juego eran pedazos de cristales rotos desprendiéndose de su marco como guillotinas. Había un monaguillo tocando a misa colgando de la campana. Al Madrid le empezaban a pesar las oportunidades justo cuando Gareth marcó un gol geométrico: echándose la pelota de un lado a otro como dándose carrerilla y al público un suspense feliz.

A partir de entonces se oyó la corneta en las llanuras. James parafraseó a Wilde resaltando la importancia de llamarse James con un giro de tobillo que resolvió Cristiano con la solvencia rejuvenecida, la visión y el día claro y soleado. Niñas haciéndose trenzas una mañana de primavera.

No se sabe si Oier tenía miedo o es que sus manos eran espías cuyo enlace era el siete madridista. Esas manos que surgieron del frío.  Mientras el mejor jugador del mundo se dedicaba a marcar goles a toda velocidad, Karim se entretenía improvisando, posándose en una rama, y luego en otra como una mariposa.

Casillas dormitaba a la sombra, como Newton bajo el árbol, hasta que le despertó El Arabi por infiel. Lejos quedaron los tiempos tranquilos del capitán, al que le caen encima las manzanas al poco que entorna los ojos. Allí estaba viéndolo todo Morante con su bombín, quien luego dijo que estaba arribita y que había venido corriendito. Sólo le faltó decir: Lukita.

Empezó la segunda parte y a uno le dio por pensar que está bien que brille Modric mientras Kroos parece un secundario (imprescindible). En ausencia del primero el protagonismo lo tomó el alemán y de los peliculones se pasó a los bodrios. Pero eso ya pasó. O tóquese palo. Seguía la fiesta y seguían sacrificando corderos.

Benzema marcó (pecho y empalme como punta y tacón) y luego miró a Ancelotti que cada vez es más el patriarca de los Morgan, la familia de mineros de Qué Verde era mi Bernabéu. El partido era un pim pam pum: centro con tiralíneas de Marcelo, dejada del egoísta y cuarto de Cris. Luego fue el segundo de Benzema y salieron Jesé y Chicharito, los sobresalientes que lleva Carlo en su cuadrilla.

Gareth casi marca de falta preciosa el octavo que al final podría haber sido el décimo; y lo que quedaba era una tarde casi veraniega, de siesta y silencio: ranas saltando en las charcas, el canto de las cigarras… no, porque de pronto contraatacó el Granada que se encontró con el pie de turno de Casillas, ese pie que antes despejaba y ahora redirige para sofoco de Vecchi. Debió de ser para compensar el drama de los granadinos cuyo desenlace ni siquiera pudo escribir Mainz en propia puerta sino Cristiano quien, de haber tenido unos minutos más, hubiera firmado una comedia. 

lunes, 23 de marzo de 2015

El hombre que no mató a Liberty Valance


Madrid está llorando a lágrima viva pero uno se rebela contra la tristeza.Este tiempo no es el de la ciudad "y lo sabes" como diría Julio Iglesias.Al final del partido habló Modric y no tenía voz de Lukita sino de Lukazo.Una voz de Drácula de Bram Stoker desafiando a los cielos por haberse llevado a Elizabetha.Refulgía el color y resonaban los himnos de la patria chica porque cuando viaja el Madrid a Barcelona no va a ganar un partido de fútbol sino a colonizar Cataluña,una de las leyendas que por el tiempo se le escapó a Bécquer.

A Neymar parecía aleccionarle Mateu Lahoz de que aquello no era un teatro sino un terreno de juego como a uno le aleccionó un redactor jefe de que lo que se tenía entre  las manos no era una novela sino un periódico aunque luego le conservara las frases. Jr. parecía responderle que ese era su día, el día de la interpretación definitiva, y que tenía que comprenderle, pero sucedió que le tachó el histrionismo como un abuso improcedente de metáforas.

Modric comenzó cortando balones en el centro (y arriba y abajo) y la imagen empezaba a recordar tiempos pasados y gloriosos. Casi al mismo tiempo Íker despejaba a la grada con su talento innato y pronto se vio que el Madrid jugaba con el portero subido a la chepa, lo que dificulta la movilidad. La calma del Barsa era chicha. Un suspense de película, cuando todavía no se sabe de qué van los protagonistas, hasta que Suárez arrea y sorprende. Un novato del que los defensas madridistas aún no han registrado su olor y se les escapa aunque el viento les venga de cara.

Aún así, un poco más arriba el Madrid tenía fresca la anticipación, un puesto de frutas tras el que Kroos, Modric y Bale, ataviados con mandil, gritaban las bondades de su género. Un poco más atrás, entre bambalinas como un patriarca debajo de una sombrilla de Coca cola, Carlo parecía Jabba el Hut en su palacio mostrando una papada de tensión galáctica. Cristiano no aguantaba el balón en su poder más de dos segundos lo cual era una señal premonitoria como un relámpago de la tormenta: cuando Cristiano se muestra y le tapan, le cortan, se genera un clima propicio de trueno de los que parten árboles por la mitad.

Todo eran señales. Buenos augurios hasta de recital blanco. Marcelo era un estilete. Un bisturí sesgando la piel azulgrana en una intervención a corazón abierto. En una de esas incisiones Benzema la atrapó en el área e hizo un Canto de Sí Mismo a lo Walt Whitman para que Ronaldo la estrellara en el palo escribiendo otro capítulo de la maldición que no cesa. Neymar lo buscaba sin cesar. No el gol sino la piscina. Era el actor Ned Alleyn de los tiempos de Shakespeare diciéndole al mundo: “¡Yo soy Jerónimo, soy Tambourline, soy Fausto, soy Barrabás, el judío de Malta…!”. Y era perderla fuera de los planes y aparecer Messi soltándose la camisa de fuerza y el bozal de Hannibal Lecter para hacer filetes de madridista.

Estaba definiéndose el partido, como escribiéndose una constitución futbolística, y entre medias de la solemnidad se coló un espontáneo al que dejó pasar Ramos como si fuera un día de puertas abiertas. Sergio le abrió en persona a Mathieu los portones de la meta como Bono le abrió los del Congreso al pueblo mientras Casillas, que era el bedel, sostenía el vaso de agua. Había duelo de comediantes entre Suárez y Pepe. El teniente Feraud siempre buscando al teniente D’Hubert devolviéndose ambos sobre las tablas las falsas tarjetas amarillas. Ambos con rostro de lobos a medio transformar.

Empezaba el asedio del Madrid que había tomado las posiciones. Ya retenía el balón Cris en la banda, en su habitual retiro de reencuentro consigo mismo, quien tras una bicicleta ponía un pase que llevó el partido hasta mil novecientos cincuenta y cinco, como si viajaran en un Delorean, tal era la sobrealimentación de abucheos. Pasaban cosas fantásticas. Casillas despejó en plancha fuera del área y uno sufrió un aviso de vahído. Modric seguía cortando igual que una máquina de embutido, y Neymar solo delante de Casillas no supo que allí no había que actuar.

Fue justo antes de que Lukita. ¡Lukazo!, viera a Benzema marcharse, quien efectivamente se marchó pero después de un trincherazo de tacón que recogió Cristiano para rehabilitar el honor del punterazo. Jugadorazos. Allí estaba Raphael cantando: “Qué pasará, que misterio habrá, puede ser mi gran noche…”

Bale no afinaba en ataque pero el sacrificio defensivo le redimía y, primero y sobre todo Marcelo y después Isco, le enseñaban a Guardiola que se puede ser estrella y futbolista y atleta al mismo tiempo. Un impulso de giros de ballet sobre la punta de los botas. En veinte minutos hubo un gol anulado de Gareth, un chut lejano de Cris que paró Bravo y un fallo horrible del galés con el que se fue media victoria. Tan confundido estaba el Barcelona y tan crecido Piqué que hasta se atrevía con las chilenas.

Gerard se apretaba los machos en los caños y de ahí sacó un poco de aliento el Barsa mientras el Madrid se aplicaba en la excelencia y a Benzema, de tan excelente, se le olvidaba tirar a puerta. Acabó la primera parte con el recuerdo del disparo de Ronaldo como la senda a seguir perdida, el camino ya hollado que se dejaba atrás por mucho que uno no pueda resistirse a la belleza.

En la reanudación parecía el Madrid dispuesto a volver sobre sus pasos, pero era un día como aquel en que el Haupsturmführer Amon Goeth, por taimado consejo de Schindler, le dio por decir: "Te perdono” a los judíos poniéndoles la mano en la cabeza. La pierna de Modric seguía siendo un objeto arrojadizo pero de menor intensidad. Se sucedían las tarjetas fruto del cansancio. Messi empezaba a aparecer como diciendo: “¿Han dejado ya de chillar los corderos, Clarice?", y en un contragolpe blando Suárez sorprendió a la zaga, que no le olió, golpeando el balón con el ligamento anular del tarso mientras Casillas aparecía por allí medio llorando como la pobre cajera de Mercadona cuando lo del asalto del SAT.

Luego dicen que el Barsa le devolvió el acoso de la primera parte al Madrid, pero allí no hubo más que desencanto de los blancos pensando en cómo les faltó en la noche de Shinbone un hombre como Tom Doniphon que en realidad matara a Liberty Valance. Hubo un primer tiempo de fantasía y yerro que fue el Madrid, y un segundo de sencillez y vacío que fueron los azulgrana. Se habían pintado los techos de la Sixtina en una mitad y la cúpula de Barceló en la otra. Ganó el Barcelona pero casi de mentira, como si esos goles se fueran a caer pronto del tejado mientras los frescos de Miguel Ángel sobreviven a los siglos.