martes, 7 de junio de 2016

Perdón por ganar


Aunque era francamente previsible,la victoria del Real Madrid sobre el Atlético de Madrid en la ya mítica Final de la Champions disputada en Milán ha abierto todos los diques de bilis habidos y por haber,especialmente entre la casta periodística de este país,volcada de forma descarada e inequívoca por el Atlético de Madrid prácticamente desde que se conocieron en abril los nombres de los dos finalistas.

Evidentemente, no había que ser Einstein para adivinar que la victoria del Madrid iba a ser recibida de uñas por parte de toda este gentuza, la cual se había pasado un mes macerando a la opinión pública con  lo indigno que era que un equipo vulgar y ramplón como el nuestro se enfrentase a una escuadra que había dejado en la cuneta a rivales de la talla del FC Barcelona y el Bayern de Munich.

Es por eso que, oyendo los “sesudos” análisis de aficionados y gurús de esto llamado fútbol, en periódicos y cadenas de radio y TV, da la sensación que lo mejor que podíamos hacer es envolver la Copa que Sergio Ramos levantó al viento milanés hace unos pocos días y devolverla a la UEFA para que ésta se la haga llegar a su legítimo propietario que, por lo visto, es el Atlético de Madrid.

Una historia reescrita a base de mentiras

Lo que no me podía imaginar bajo ningún concepto es que la historia, sobre todo a tan corto plazo, iba a ser reescrita de una forma tan burda como vergonzante, sólo para no dar su brazo a torce y convencer a todos de que el Madrid ha sido un indigno campeón.

Que se inventaran un desarrollo diferente al ocurrido en la inolvidable Final de Lisboa para llevarse el agua a su molino era comprensible y, hasta cierto modo, entrañable.

Dicen que el cerebro humano tiende a olvidar o, cuando menos, a reducir el impacto de los recuerdos negativos para atenuar el dolor que genera un situación dramática, por lo que las leyendas que hemos podido escuchar estas semanas sobre lo acontecido en la capital portuguesa causa sorpresa y, por qué no decirlo, hasta cierta hilaridad.

Así pues, estos últimos días se ha venido contando que aquel 25 de mayo de 2014, el Madrid fue peor, que el peso del partido lo llevó el Atlético e incluso que las mejores oportunidades del partido fueron del lado colchonero. Una auténtica falacia puesto que, a poca memoria que se quiera echar y, sobre todo, acudiendo al más básico de los resúmenes de aquella final se puede comprobar que, si hubo un rival indigno y que apenas hizo nada por ganar, ése fue el Atlético de Madrid.

Apenas una oportunidad, para más inri, nada clara, coronada con un error garrafal de nuestro portero, fue suficiente para poner al Madrid contra las cuerdas. Sin embargo, el Madrid fue un vendaval que acabó por encerrar al Atlético la última media hora del partido en su área. Las mejores oportunidades -mejor dicho, las únicas- fueron del Real Madrid pero nuestra cacareada “pegada” y la actuación de Courtois impidió una goleada antes incluso del tiempo reglamentario.

En este sentido, es lógico que los periodistas de cámara del Régimen y los aficionados atléticos y, por qué no decirlo, culés, hermanados en la fe antimadridista ante tamaño desafío como una Final de Champions, olvidasen las marrullerías del Cholo, arrojando balones al campo para parar el juego u ordenando a sus jugadores que se tirasen al suelo para perder tiempo.

Es más, llega a ser incluso comprensible que esta gente haya olvidado la actuación macarra y matonil del propio entrenador argentino para con Raphael Varane en los últimos minutos de la prórroga, invadiendo incluso el campo con la intención de agredir al defensa galo.

Sin embargo, lo que no es comprensible ni de recibo es la operación de falseamiento de la realidad a la que han sometido lo ocurrido en Milán y traten de reescribir, aun con el cadáver atlético caliente sobre el césped de San Siro, la historia de esa Final.

Evidentemente, no esperaba una felicitación mínimamente sincera ni un reconocimiento expreso del mérito que supone jugar la 14ª final de tu historia y ganarla por 11ª vez por parte de los que se habían pasado un mes denigrándonos por el hecho de haber accedido a este desafío.

Lo que no podía imaginarme de ninguna manera es que esta gentuza, con tal de no doblar la cabeza, reinventase de esta forma tan burda la realidad, hasta el punto de querer hacernos creer que lo que vimos –y vivimos– aquella noche no sólo no había ocurrido sino que pasó algo totalmente diferente.

Puedo comprender que el aficionado y, por qué no, el periodista atlético de bufanda, bramase contra el árbitro por haber concedido el gol del Real Madrid a pesar de que Sergio Ramos estaba en fuera de juego, algo que nadie, ni el más furibundo hooligan madridista ha negado.


Puedo llegar a comprender que pasen por alto que la jugada del gol del sevillano vino precedida de un clarísimo agarrón por parte de Savic al defensa sevillano. Sí, un agarrón de esos que sólo se pitan cuando el rival es el Barça o el infractor es el Real Madrid, como vimos este año ante el Betis, por poner un ejemplo.

Lo que no puedo entender bajo ningún concepto y, de hecho, me revuelve las tripas, es que borrachos de bilis, se quiera denostar nuestro triunfo diciendo que el Atlético jugó mejor y que dominó al Madrid. Incluso que mereció ganar cuando nadie recuerda una sola intervención de Keylor Navas y las únicas oportunidades del Atlético fueron el penalti marrado por Antoine Griezzman y un tiro lejano del delantero francés, que atajó fácilmente el meta costarricense del Real Madrid.

¿Que tuvo el Atlético más el balón y que dominó, sorprendentemente, la posesión del balón? Sí, eso es indudable y a las estadísticas me remito, con momentos en los que acaparó un 62% el dominio de la pelota. 

Sin embargo, eso no significa en modo alguno que dominase el partido ya que, salvo un rato en la segunda parte, especialmente hasta el gol de Carrasco, el encuentro estuvo donde quiso el Real Madrid. Sin ninguna profundidad y sin apenas mordiente, el Atlético de Madrid se mostró romo en ataque hasta el punto que las mejores oportunidades en la segunda parte provinieron del lado madridista. 


De hecho, el gol del Atlético se produce en una contra, tras un balón que saca Savic bajo los palos cuando ya se cantaba el segundo gol del Real Madrid, que habría sentenciado la Final. Una oportunidad fallada apenas unos minutos después de un incomprensible fallo de Benzema, que “tiró al muñeco” cuando se plantó solo ante Oblak y tenía, además, completamente solo a Cristiano Ronaldo en boca de gol.


Es más, el Real Madrid acabó el tiempo extra jugando en campo contrario, a pesar de que dos de sus principales activos, Modric y Bale, estaban literalmente “tiesos”, castigados por los calambres y sin prácticamente poder dar un paso.

Ni siquiera el Atleti supo aprovechar una indudable superioridad física, acentuada por el hecho de que el Atlético guardase dos de sus cambios para la prórroga mientras que el Madrid ya había agotado los suyos antes del tiempo reglamentario.

Del mismo modo, me parece repugnante que se diga que Ramos o Pepe debieron haber sido expulsados cuando, si hubo un equipo que mereció haber acabado el partido con 10 o incluso con 9 fue el Atlético.

El partido fue un carrusel de coces, algunas de ellas inmisericordes por parte de algunos jugadores atléticos, encabezados por Gabi. Koke le hizo un plantillazo criminal a Casemiro cuando no había transcurrido ni un minuto de partido, Godín le hizo una entrada de juzgado de guardia a Cristiano en la segunda mitad, casi tan perseguible de oficio como el pisotón del propio Gabi en el tobillo de Kroos, además de un sinfín de faltas de Juanfran, saldadas en el mejor de los casos con una falta, pero sin rastro de la tarjeta amarilla.


Es más, el partido acabó con una falta más por parte del Real Madrid sobre el Atlético (18 frente a 17) pero pese a todo, el árbitro se cebó con nuestros jugadores, mostrando nada menos que seis amarillas por sólo dos al Atlético, una de ellas (la de Gabi) se mostró en el minuto 92 y por protestar.

Por tanto, partir de inicio de la premisa de que el Real Madrid fue inferior al Atlético para tratar de manchar nuestro triunfo no sólo es injusto sino que, directamente, es una inmensa mentira y un ejercicio repulsivo de manipulación.

Una manipulación tan obscena como la perpetrada por Santiago Segurola quien, en su afortunadamente última crónica del partido, tuvo la desvergüenza de calificar con un triste “6” a Casemiro, uno de sus principales “demonios” (por todo lo que representa en su cerril concepción del fútbol y sobre todo, por quién lo descubrió), a pesar de que unánimemente todos reconocieran el impresionante trabajo –no sólo defensivo- del mediocentro brasileño.

Bilis desencadenada, especialmente desde Barcelona

El daño que ha ocasionado la Undécima es incalculable. Y cada día que pasa, aún más. No hay más que escuchar las cada vez más disparatadas teorías y excusas que la casta periodística española, de marcado carácter culé y atlético, está poniendo encima de la mesa para evitar que la grandeza madridista siga creciendo.

Desde las ridículas portadas de Sport y Mundo Deportivo, hablando de lo incomparable que era ganar cuatro títulos (Liga, Copa, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes) frente a un solo título, como es la Champions, hasta el no menos inmenso ridículo de Radio Marca.

En la cadena del ERE, que sigue caminando con pie firme hacia su desaparición, llegaron hasta el esperpento de evocar un final “alternativo a lo ocurrido, imaginando que Griezzman marcaba el penalti, dicho sea de paso, riguroso, pitado nada más empezar la segunda parte y Juanfran hacía lo propio con el suyo, al tiempo que Cristiano fallaba su penalti decisivo dando el título al Atlético.


En el colmo de la desvergüenza, se ha llegado a cuestionar el formato de la Champions League, que ha posibilitado que ninguno de los rivales a los que se ha enfrentado el Real Madrid en su trayectoria este año ha sido campeón de nada reseñable.

Por no hablar del vomitivo ninguneo hacia la figura y la labor de Zinedine Zidane, del que siguen diciendo que no ha aportado nada al mundo del fútbol ni que ha tenido una piedra de toque importante para enjuiciar su labor como técnico. Como si ganar una Champions en su primer año como primer entrendor no fuese suficiente piedra de toque. Ni destrozar al FC Barcelona, dándole una lección táctica en el Nou Camp.


Por supuesto que hemos vuelto a ver cómo se desempolvaba el recuerdo de Franco, las Copas de Europa en blanco y negro, los “botijos” y las ánforas manchadas de sangre. Y el fantasma de la corrupción de la UEFA, que de forma torticera allanó el camino al Madrid hasta ponerlo en la Final.

En este sentido, y como síntoma de la profunda herida que ha abierto la consecución de esta nueva Champions, es que las críticas más furibundas están llegando desde el entorno culé. Es desde ese pequeño país de ahí arriba a la derecha donde más se está cargando la mano contra el Madrid y, como digo, la propia competición.

Curiosamente, hablan los que más tienen que callar. Los que vivieron su periplo más glorioso cimentado sobre verdaderos escándalos arbitrales, sin precedentes en la historia del fútbol.

Desde aquella ominosa semifinal de la Champions de la temporada 2008/2009 en Stamford Bridge hasta la final del pasado año ante la Juventus, la práctica totalidad de los triunfos europeos del Barça de esta década se ha logrado mediando siempre algún tipo de escándalo arbitral.

¿Por qué Ovrebbo, por qué Busacca? ¿Por qué Çakhir, por qué Pérez Lasa? ¿Por qué Iturralde, por qué Starks? ¿Por qué De Bleeckhere, por qué Clos Gómez? Nada ni nadie se escapa de los tentáculos del escándalo.

Es más, sorprende que se hable de escándalo arbitral en la final cuando el Barça marcó su segundo y definitivo gol ante la Juventus en un contragolpe producido justo a continuación de un brutal placaje de Dani Alves sobre Paul Pogba que el árbitro de la final, el turco Çakhir, dejó sin señalar incomprensiblemente.

Sin embargo, el mundo culé, encabezado por la prensa dominante en España, tiene la desvergüenza y la caradura de arrogarse el papel de defensores de la limpieza en el fútbol para tratar de enmerdar en nuestra victoria.

Un triunfo que, además de histórico, tiene la peculiaridad que devuelve el balance de Copas de Europa entre ambos clubes a la situación de hace exactamente 40 años atrás, cuando el inolvidable “Real Madrid Ye-Ye” levantaba su sexto entorchado europeo, mientras que el FC Barcelona mantenía su casillero a cero.

Bueno, tenía en su haber un puñado de Copas de Feria y un par de Trofeos Eva Duarte, copas que todos sabemos son como mínimo, tan prestigiosos como los denostados “botijos” que pueblan nuestra Sala de Trofeos.

¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo, que 40 años después, el Real Madrid vuelve a tener una ventaja de seis Copas de Europa sobre el Barça. Con la salvedad que esto se produce en la cacareada Edad de Oro culé, en su momento de máximo esplendor y sin la excusa de decir que nuestros triunfos eran fruto del franquismo o que eran meras copas en blanco y negro.

Recuerdo la sarta de burradas y descalificaciones que le cayeron a José Mourinho en 2011 por deslizar que la UEFA era una satrapía dirigida por el Barça, con Villar a los mandos, especialmente en el organismo europeo de designaciones arbitrales.

Pero claro, eran los años de oro barcelonistas y, claro, nadie podía ni debía poner en duda la honorabilidad de la competición ni de la UEFA, un organismo por aquel entonces transparente y magnífico. Sin embargo, ahora resulta que es un charco de corrupción sólo porque el Madrid y no el inventor del fútbol moderno ha ganado la Champions.

Resulta cuando menos chocante que esta misma organización, donde el peso del nefasto presidente de la RFEF es manifiesto, y donde el Real Madrid pinta menos que la Tomasa en los títeres, sea el que haya decidido por obra y gracia del Espíritu Santo  allanar el camino a la final y ponerle en bandeja su undécimo título a los madridistas.

Por último, puestos a recordar historiales, que a nadie se le olvide que, por ejemplo, el todopoderoso Dream Team de Johan Cruyff ganó en la final a la no menos todopoderosa Sampdoria italiana, tras dejar en su camino a rivales de la entidad y el peso específico en el fútbol mundial como Hansa Rostock, Kaiserlautern, Sparta de Praga o Dinamo de Kiev.
Incluso la pasada temporada, en la que el Barça alcanzó su quinta y hasta ahora última Champions, el camino estuvo trufado de equipos, como mínimo, tan competitivos como los que ha tenido que enfrentar el Real Madrid en ésta. PSG, Ajax, Apoel Nicosia, Manchester City, Bayern o Juventus.  

Pero claro, teniendo en cuenta el doble rasero empleado para comparar a los rivales de Barça y Real Madrid es normal que ese Paris Saint Germain y el Bayern (a pesar de que estaban asolados por las lesiones) fueran la quintaesencia del fútbol mundial, a diferencia de los que se enfrentaron al Madrid en 2014 y 2015.

En todo caso, lo que está claro es que la Undécima ha dejado sin discurso y ha desarticulado todas las editoriales y comentarios que la práctica totalidad de periodistas y, lo más triste, muchos aficionados madridistas tenían ya preparados con las manidas coletillas del “1 Liga de 8” y del  “otro año en blanco”. De ahí esa catarata desmedida de bilis… Y esa es nuestra grandeza, levantarnos de golpe cuando todos nos daban por muertos.

Orgullosos y felices por el título

Para acabar, no quería pasar por alto el bochornoso espectáculo ofrecido en las ondas por algunos ex–futbolistas del Real Madrid y muchos aficionados presuntamente madridistas que, tras pasarse un mes defendiendo que el fútbol, la UEFA o el mismísimo Papa Francisco le debían al menos una Champions al Atleti, lejos de alegrarse de nuestra victoria, se han subido al carro periodístico que dice que el Madrid no fue justo vencedor, retorciendo de forma torticera la realidad de lo ocurrido aquella mágica noche.

Habría, pues, que recordarle a esos personajes, especialmente a Sanchís o Ricardo Gallego, que el Madrid como club y seguro que gran parte de su afición no sólo se siente feliz por el triunfo sino también MUY ORGULLOSO de su equipo y de sus jugadores.

Jugadores que, sin excepción, se dejaron el alma por la victoria y que, a pesar de estar lesionados hasta el punto que ni se tenían literalmente en pie (Bale y Modric fueron los más claros ejemplos), no dejaron de luchar ni de correr hasta dejarse el último gramo de fuerza en sus cuerpos, hasta el punto que incluso acabamos el partido en el área del Atleti, a pesar de contar con una clara inferioridad física con respecto a ellos.


Por tanto, no me parece tolerable que estos jugadores que un día vistieron esa camiseta y llevaron ese escudo en el pecho -pero a los que les puede un profundo resentimiento o un odio inexplicable- se arroguen el derecho de hablar en nombre del club y de su masa social cuando, visto lo visto, no se representan ni a ellos mismos.

Bueno, quizás sí representen a las líneas editoriales de las cadenas de radio que les pagan por echar basura al equipo que un día les hizo famosos y millonarios, pero nunca podrán ser portavoces de la mayoría de la masa social ni de los aficionados que nos sentimos felices y, como digo, super orgullosos de lo vivido en Milán.

Por último, quiero pedirle a aquellos madridistas que sienten lástima de la derrota del Atleti y que se solidarizan con sus aficionados tras volver a perder in extremis una nueva Champions, que lo reconsideren.

Más que nada porque, en primer lugar, no se lo van a agradecer y, en segundo lugar, porque los aficionados atléticos nos van a seguir odiando, con más furia visigoda si cabe. La prueba más palmaria, la catarata de insultos que nos dedicaron apenas unos pocos días en una manifestación de apoyo al Cholo Simeone que se convirtió en un auténtico aquelarre antimadridista.

Quizás por ello, un señor portugués mal encarado y antipático caló a esta gente y la señaló con el dedo y nos animó a dejar de poner la otra mejilla, una de las cosas por las que más le tendríamos que agradecer a Mourinho su paso por Madrid.

Así que, madridistas, si hay un momento en el que sentirse orgulloso de lo que somos, es éste. Por tanto, no hay mejor ocasión que la actual para decir, más alto y más claro si cabe, lo que dice nuestro más reciente himno: ¡¡HALA MADRID Y NADA MÁS!!


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