Hola, Gerard.
Seguramente tu no me conoces, pero yo a ti sí. Son muchos años siguiendo tu trayectoria, y lo cierto es que me tienes preocupado. No pretendo hacerte cambiar y ni mucho menos ofenderte, pero me veo en la obligación de aportar mi granito de arena a la hora de reconducir tu deriva. Créeme cuando te digo, Gerard, que esas palabras que tu consideras bravatas edificantes no hacen sino confirmar que tu y los tuyos os halláis en el punto álgido de vuestro, por otra parte, eterno y más que evidente complejo histórico. Y no es que me de pena, Gerard, puesto que fuiste tu y solo tu quien, al elegir ser culé, renunció a la dignidad y la posibilidad de alcanzar la felicidad plena, pero sí es cierto que siento lástima. No me gusta verte sufrir, Gerard.
Sinceramente, Gerard, creo que no eres feliz. Y no lo entiendo del todo bien. Eres un gran jugador, tienes éxito y dinero y una familia que a buen seguro te quiere de verdad. Has ganado muchos títulos, la inmensa mayoría a través de una trama criminal de tráfico de influencias y favores arbitrales que tu vicepresidente Alfons Godall reconoció sin pudor alguno, pero títulos al fin y al cabo. Y sin embargo, creo que tu vida no es plena y también creo saber la razón.
Lo que te pasa es que en el fondo eres muy madridista, Gerard. Y eso te mata por dentro. Puedo estar equivocado, pero pienso sinceramente que no te gusta pertenecer a la rama deportiva de esa entidad tenebrosa llamada F.C. Barcelona. No se, Gerard, probablemente tenías potencial para llegar más lejos y me parece que eres consciente de ello. Quizá por eso, donde la gente normal crece, madura y cambia con los años, tu solo has pasado de matón de colegio a bufón de instituto. El asunto es muy triste, Gerard, ¿no crees?
Pasa que un servidor siempre ha tenido bastante sensibilidad con eso de la vergüenza ajena, Gerard, y tú la provocas casi a diario. Y aunque a estas alturas no te pedimos que seas inteligente, ya que lo que natura no da no lo entrega la Masía, sí te vamos a exigir que luzcas un mínimo de orgullo. Sal y compite con hombría, Gerard, que al fin y al cabo la mayoría de las veces vas a hacerlo contra diez jugadores. ¿Te suena, Gerard? Tú y yo sabemos que contra eso no hay sorteo que pueda luchar. Que se lo digan a Van Persie, o a Pepe, o al propio Atleti hace pocos meses. Que por cierto, Gerard, es una pena que no pudiéramos vernos en la final de Milán, pero parece ser que la Trama Godall ya no funciona tan bien como antes. Los sorteos, Gerard, que están amañados y tu bien que lo sabes. Vas a tener que darle un toque a la directiva de la FEF, sí, esa, la de ese país del que reniegas pero del que de vez en cuando te interesa cobrar primas y darte proyección internacional. Sí, ese, el de los españolitos, su Rey y esas cosas. Qué bochorno, Gerard.
Se me hace tarde y tengo que despedirme, Gerard. Pero antes, por supuesto, quiero ser educado y te deseo suerte de cara a la nueva temporada, del mismo modo que se la deseo al resto de tu equipo y en especial a tus nuevos compañeros. Sí, esos en los que tu club, en un alarde de imperialismo salvaje y desprecio brutal a la cantera se ha gastado en torno a 120 millones de euros con los que se podrían construir hospitales, curar miles de enfermedades y paliar el hambre en el mundo. ¿Qué opináis de esto insignes guardianes de la moral como el obispo de tu ciudad o tu mismo? Un verano sin moralinas no es un verano, Gerard. Y por otra parte, qué suerte, Gerard, que donde los demás tienen que sufragarse los gastos con entidades privadas como Bankia, vosotros podáis disfrutar de dinero público a espuertas en forma de los multimillonarios patrocinios de TV3, RAC1 o las tradicionales condonaciones de deuda de La Caixa. Los hay que nacen con estrella, Gerard, y los hay que se la buscan como pueden. Tú estás en el grupo de los últimos, Gerard, por si te costaba entenderlo.
Un último consejo, Gerard: hasta para practicar la demagogia de mercadillo hay que tener cierta brillantez, y aunque tu vas sobrado a la hora de intentar poner en marcha lo primero te quedas cortísimo en lo segundo. Respétate, Gerard, por tu bien y por el de todos. El victimismo provoca lástima las primeras veces pero deja de tener gracia cuando te conviertes en el ex novio pesado y con permanente ataque de cuernos, Gerard.
Esperando que este humilde escrito pueda servirte de algo, ahora sí que me despido. Y no te enfades, Gerard, pues no pretendo ofenderte lo más mínimo ya que, como bien dice mi admirado amigo Pepe Kollins, el Madrid es amor. Qué te voy a contar.
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