El 15 de febrero de 2013 publiqué en mi cuenta de Tumblr unas palabras cuyo título era el mismo que el de este artículo. En dicho texto expresaba, de manera resumida, cómo he vivido el madridismo en tierra hostil, puede que de una manera más sosegada que otros, pero siempre en el punto de mira del viciado antimadridismo regional, más enfocado al apartado político que al deportivo. Se me ocurrió que sería apropiado compartirlo en Meritocracia Blanca tras el partido en San Mamés, aquí lo dejo:
“Dicen que ser del Real Madrid es la opción fácil". Los cojones.
Me han preguntado muchas veces por qué soy del Madrid habiendo nacido en Bilbao, y siempre he respondido lo mismo: “porque mi padre es madrileño y del Madrid”. No sé si me hicieron madridista en mi ignorancia infantil, o si me hice yo mismo viendo la emoción con la que mi padre me llamaba desde la sala para que dejase los juguetes y fuese a su lado, a ver la repetición del gol con la testa y la acrobática celebración de Zamorano. Ese es el primer recuerdo blanco que visualiza mi memoria. Fue en esa época cuando empezó a forjarse el madridista que hoy soy.
En el colegio había de todo, la mayoría eran fieles al Athletic de Bilbao, algunos madridistas o culés, y unos pocos cambiaban de equipo según los resultados, éramos críos. Decían muchos compañeros de clase que había que hacerse del Deportivo, o del barça; ellos lo conseguían diciendo simplemente “ahora soy del Depor”, o “ahora soy del barça”, pero yo no podía seguirles la corriente, se me encogía el corazón dejando a mi equipo de lado cual traidor despiadado; yo era del Real Madrid. Nunca tuve una camiseta oficial, supongo que la economía familiar no lo permitía, pero no importaba, yo era más madridista que todos esos niños de familia acomodada que presumían de vestir el escudo. Además, no podían presumir de que sus padres fuesen madrileños.
No recuerdo muy bien si en la infancia tuve broncas con mis amigos a cuenta del fútbol, probablemente no, porque tampoco le dábamos especial importancia. Había cosas que hacer más acordes a nuestra edad, las típicas chiquilladas, o mejor dicho, ser unos pequeños cabrones, y vaya si sabíamos serlo. Pero eso es otra historia.
La Séptima me pilló con 14 años y lo disfruté como algo épico, como no, con mi padre. Me convertí en madridista radical, en merengón a muerte que suele decirse. Defendía al equipo con la actitud adolescente que no tenía de niño. Daba igual la edad de la presa, si alguien hablaba mal de mi equipo, yo no me callaba. Recuerdo un Madrid-Athletic de la temporada 99/00, lo veía en un bar lleno de gente mientras mis amigos jugaban al ‘Tekken’ en la máquina recreativa. El señor que tenía delante gritó “¡mierda pa’l Madrid!”. Le llamé con unos toquecitos en el hombro, se giró y le grité: “¡perdón, estás hablando del Campeón de Europa!”.
Empecé a dejar de lado a mis amigos durante las dos horas en las que me iba a ver el partido con mi padre, normalmente en algún bar del barrio. Fue en esas escapadas donde me percaté del odio que llegaba a generar el equipo, llegaba a cotas incomprensibles para mí. Entendía ese odio en los culés porque era mutuo, pero no en los demás. Para ellos, el Madrid ganaba por ser el equipo de la capital, con todo lo que eso conllevaba, alucinante. He de decir que ese odio me hacía más madridista. Compartir los partidos con mi padre, entre aficionados tan resentidos, me había enganchado definitivamente al madridismo. En ese éxtasis blanco llegaron la Octava y la Novena. Sublime.
Cuando comencé a salir de fiesta, los partidos de los sábados los disfrutaba entre borrachos, de vez en cuando encontraba algunos del Madrid, de esos que automáticamente se convierten en amigos para toda la vida, y que aún hoy saludo por la calle sin saber ni siquiera su nombre. Se agradece no ser el único que celebra los goles en territorio hostil. Defender al equipo se convierte en una odisea. Aquí te niegan hasta el penalti más evidente; siempre te dicen que el árbitro no se ha equivocado en contra del Madrid, pero si a favor. Nunca vas a tener razón, raro es el caso en que alguien te la da. Olvídate de pasar desapercibido cuando pierden, te van a buscar para tocarte los cojones. Es así, pero no importa, que eso no te impida salir de casa con la elástica blanca, con tu identidad. No vale decir “ahora no soy del Madrid”.
Si ya es difícil ser madridista en Bilbao, imaginad tras la llegada de José Mourinho, más aún siendo un ferviente defensor del portugués, ya llevas la cruz. Estás en el punto de mira, puede que incluso en el de los amigos borrachos. La opción fácil dicen. Los cojones.”
Tras el partido, la opinión general en Bilbao es que, como bien podréis adivinar, ayer también ganó el Madrid por el árbitro. Bueno, por el árbitro y por dos regalos de la zaga rojiblanca, que si no…
Da igual que los dos croatas se follaran el centro del campo, da igual que jugásemos con portero, da igual que Karim fuese el más listo de la clase. Da igual, el Madrid no ha merecido ganar porque no ha hecho nada y encima le han perdonado dos penaltis. Pero lo mejor de todo, el comentario con el que más me he reído esta mañana en la oficina: “A Raúl García le han dado durante todo el partido.”
Podéis reír en paz. Tres puntos y líderes.
¡HALA MADRID Y NADA MÁS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario