Vicente Del Bosque, actual seleccionador nacional español,
goza de un inmerecido prestigio como técnico y como madridista.
Cada vez que la liga de fútbol baja el telón y aparece en escena nuestra querida Selección Española (mal llamada La Roja), surge la singular efigie de nuestro seleccionador desde el año 2008, Vicente del Bosque, salpicada durante años de graciosos epítetos hasta por parte de quienes hoy le dan jabón de manera indecorosa (los mismos que, durante su etapa como entrenador madridista, le llamaban con sorna «Don Vicentón», calificando sus triunfos de «vergonzantes»). Pese a ser el seleccionador más laureado de la historia de nuestro fútbol, Campeón del Mundo y vigente Campeón de Europa, no cabe duda que Del Bosque es un verdadero ejemplo de lo que en el siglo XIX se denominaba filisteo (cultifilisteo, según Nietzsche): un sujeto considerado como ejemplo de sabiduría y buen hacer, pero que en realidad no posee tales cualidades en absoluto. Se alaba su buen hacer como entrenador y seleccionador, pero lo cierto es sus éxitos lo deben todo al haber gozado de dos de las mejores plantillas de la historia reciente de este deporte: los Galácticos madridistas durante cuatro temporadas (2000-2003) y una Selección Española irrepetible hasta hace bien poco tiempo; lejos de tan buenos jugadores, su experiencia como entrenador se reduce a una nefasta temporada (2004-2005) en el Besiktas turco, que ni siquiera terminó por los malos resultados, aparte de algunas interinidades previas en el banquillo madridista que pasaron sin pena ni gloria.
También se alaba su modestia y caballerosidad, premiada además por Su Majestad el Rey con el título de I Marqués de Del Bosque, pero lo cierto es que, aprovechando la fama y el prestigio acumulados como seleccionador, ataca al que, según él, es el club de sus amores, el Real Madrid, demostrando que vive en el rencor (el resentimiento propio de esclavos, para seguir usando términos nietzscheanos) contra ese club porque lo preside el mismo sujeto, Florentino Pérez, que decidió no renovar su contrato como entrenador merengue allá por el lejano año de 2003. Tan grande es su rencor, hasta extremos que rozan el cretinismo, que en el año 2010, cuando a causa del triunfo en el Mundial de Sudáfrica, recibió todo tipo de distinciones, incluyendo la de la Cofradía del Nabo de Morcín, rechazó una condecoración ofrecida por el club de sus amores, el Real Madrid, según él porque no fue entregada «desde el cariño».
Los que hoy tanto le adulan y antaño le humillaban no son capaces de reconocer que los resultados exhibidos por la Selección Española hasta el Mundial de 2014 fueron principalmente producto del excelso nivel de los seleccionados, sin parangón en la historia del fútbol español; cuando el núcleo duro del toquenaccio (Xavi Hernández, Xabi Alonso, Busquets) se ha venido abajo bien por decadencia física o técnica, el equipo ha entrado en barrena sin que Del Bosque haya encontrado una sola solución táctica para escapar de la mediocridad. Pero los periodistas podrán seguir arengándonos con «todo lo que nos ha dado» y cubrir las espaldas de un seleccionador tan filisteo, que por no saber no sabe siquiera marcharse cuando aún goza del prestigio de los éxitos recientes, y de la mano de un portero acabado como Clemente fue de la mano de Zubizarreta, acabará marchándose por la puerta falsa en esta caída libre en la que ha sumido, por su incompetencia, a nuestra selección.
De hecho, el gran mérito de Del Bosque como seleccionador es haber entendido que éste es un cargo más político que deportivo, y que, al contrario de su antecesor Luis Aragonés, hay que estar preocupado más de mantener un discurso adaptado a lo políticamente correcto que de la propia organización táctica, que en una selección depende especialmente del nivel de los jugadores que periódicamente se concentran juntos. Sólo así puede justificarse que todo un seleccionador nacional español se atreva a decir, tras la celebración del mercenario separatista Pep Guardiola en Nueva York de la famosa fiesta de la Diada, el 11 de Septiembre de 2012, que Guardiola tiene todo el derecho de defender la independencia de Cataluña; o que, en clara línea con el antimadridismo imperante, preferiría que los 91 millones gastados por el Real Madrid en Gareth Bale se quedaran en España (sin decir nada de los 150 millones gastados por el Fútbol Club Barcelona en Neymar Jr., que incluyen el pago del traspaso al Santos y abonos a los diversos propietarios de sus derechos de imagen, jugador incluido), o que ante el constante uso que jugadores barcelonistas como Xavi Hernández hicieron y aún hoy hacen de la plataforma de la selección nacional para atacar a compañeros suyos del Real Madrid, Don Vicente se limite a decir que los enfrentamientos Real Madrid-Fútbol Club Barcelona generan mal ambiente en el combinado nacional.
En resumen, Vicente del Bosque no merece siquiera ser considerado madridista, pues ni Raúl ni Hierro, pese a que también salieron de forma conflictiva del club, han mostrado semejante repertorio de rencor y odio hacia el club de toda su vida, aun manifestado con palabras suaves, y han acabado reincorporándose a sus filas. Del Bosque es igual o incluso peor que cierto ex capitán y ex portero que utilizó al club y a su novia periodista para agrandar su figura personal en detrimento del club de sus amores: esto es, un traidor. Sin embargo, no sólo hay que valorar el daño causado por este sujeto al Real Madrid, sino también a nuestra querida Selección Nacional, cuyo mayor perjuicio ha sido conseguir que muchos madridistas (esto es, muchos españoles que se sienten muy orgullosos de serlo) sientan desafección hacia un combinado lleno de mercenarios separatistas, a los que el filisteo Del Bosque adula sin parar y convoca pese a no estar en plena forma. Ahora que vuelve «La Roja» el próximo sábado en el Estadio Carlos Tartiere de Oviedo, conviene recordar que, en ese mismo escenario, un 12 de Septiembre de 2007, en partido de clasificación para la Eurocopa 2008 ante Estonia, ganado por 2-0 pero con bochorno y abucheos por el pésimo juego desplegado, comenzó sin embargo la trayectoria ascendente de la selección dirigida por Luis Aragonés que culminó en la conquista de la Eurocopa de 2008 y en el afortunado legado que Del Bosque rentabilizó a su antojo. El partido ante la invicta Eslovaquia, en caso de no terminar con victoria, bien pudiera ser el último clavo en la tumba de la etapa gloriosa de nuestra Selección...
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